Datos del libro:
- Título: Sombra (Post Scriptum 03)
- Autor: Alicia Pérez Gil
- Editorial: Cerbero
- Formato: Bolsilibro
- Idioma: Castellano
- Número de páginas: 260
- Fecha de publicación: noviembre 2018
- Fecha de lectura: noviembre 2018
- Enlace de compra: Lektu
Mientras leo Sombra, la nueva novela corta de Alicia Pérez Gil publicada en Cerbero, no puedo dejar de pensar en La última tentación de Cristo de Martin Scorsesse. Recuerdo que, antes de que se estrenase la película, y cuando yo vivía en Sevilla, grupos de católicos conservadores se manifestaban delante de los cines en contra de su proyección, sin ni siquiera haberla visto, todo hay que decirlo. Declaraban, muy afectados, que la película rozaba la blasfemia. Me pregunto si alguno llegó a verla, aunque sospecho que no. Cualquier cosa que cuestione los cimientos de nuestros valores religiosos, de nuestra teología de andar por casa, nos parece irrespetuosa. ¿Cómo se atreve nadie cuestionar, a proponer alternativas, a explorar otras lecturas alejadas de la oficial? Sin embargo, no vi a esos grupos de católicos manifestarse cuando se estrenó La pasión, dirigida por Mel Gibson, una película que mostraba de manera cruda la tortura a la que se supone que fue sometido Jesús. Pero la tortura no solo es encomiable sino hasta excelsa cuando se viste de martirio, o sea, cuando los ropajes que la cubren son los religiosos. En cualquier otro caso solo se vería como lo que es objetivamente: dolor infligido hacia alguien que no se puede defender por encontrarse en inferioridad de condiciones, algo asqueroso y despreciable que nunca, bajo ningún concepto, debería celebrarse.
Pero Sombra no es una obra de especulación religiosa sino una historia alterativa que yo encuadraría en el Divinepunk. Este término lo acuñé hace unos años al reseñar La costilla de Dios de Miguel Santander, que ya escribía sobre las maniobras ideológicas que sustentan la creación de un mito, de cualquier mito, religioso. Hablaba yo entonces de un género de ficción que explorase el hecho religioso desde el punto de vista de la especulación, con elementos de fantasía, terror y ciencia ficción, y sin caer en el proselitismo. Creo que Sombra contiene ingredientes que la podrían hacer integrarse en esta categoría, una categoría inventada por mi parte, todo hay que decirlo, y que es tan efectiva o inútil como cualquier otra.
En la religión no se cotizan las ideas en sí tanto como la manera de defenderlas porque, seamos francos, cualquier persona puede creer en lo que le dé la gana. Si se hace con la convicción suficiente, se arma con un aparato de valores más o menos universales y se construye sobre leyendas increíbles, puede ofrecer una fruta lo suficientemente apetecible como para saciar al hambriento y, lo que es más codiciado, a hordas de ellos. Porque, lo más importante de todo, es que tenga seguidores. El combustible de una religión, cualquiera, no son las ideas sino las personas que la siguen y, cuantas más, mejor.
También pensaba yo, leyendo Sombra, en El evangelio según Jesuscristo, de José Saramago, que es otra historia alternativa, aquella en la que el dios cristiano (no voy a escribir dios con mayúscula, no lo busquéis) se empeña en hacer de Jesús un símbolo de un culto que pretende actualizar la religión judía y, para ello, lo dota de poderes muy a su pesar. Mucho más humano es ese Jesús cuya relación con su padre es difícil. A José le consume la culpa por no haber avisado de las intenciones de Herodes y permitir que los recién nacidos varones de sus vecinos, amigos y conciudadanos fueran asesinados. Mucho más humano es ese Jesús que en la cruz pide perdón a la humanidad por la deshumanización del propio dios.
Mi relación con la figura de Jesús es complicada porque siempre me pareció un tipo pasivo-agresivo. Mientras que unas veces se mostraba compasivo y zen, otras era capaz de comportarse como un hooligan en un partido de fútbol en el que su equipo fuera perdiendo. En general, mi problema con cualquier “profeta” es que se comporta como si supiera más que nosotros, pero se callara para hacernos reflexionar. No, mire Ud. Eso no es así. Ud. Se calla porque le conviene. Porque, si continuase, se verían las costuras de su disfraz, los parches de su ideología, y se empezarían a advertir los verdaderos motivos que lo impulsan a Ud., o a quienes lo apoyan, a actuar. Se trata de ejercer control sobre la gente, no se equivoque Ud., no lo quiera llamar religión cuando se trata de dominación.
En Sombra, sin embargo, están claros los pliegues y las puntadas. Alicia consigue de un manera muy inteligente elaborar una historia entorno a la figura de una mujer que no tiene nombre porque no lo necesita. No se trata, al menos tal y como lo entiendo yo, de una mujer concreta: se trata de todas nosotras, de las que fueron, de las que somos y de las que me temo seguirán siendo, voces silenciadas, ocultadas, disimuladas, veladas, voces que molestan y que, cuando se hacen demasiado visibles para ser escondidas, son transformadas por el discurso dominante y patriarcal en las voces de lo más marginado: las prostitutas, mujeres “sin honor”, mujeres “con un pasado” (como si no todo el mundo lo tuviera), mujeres “de vida alegre” (porque lo bueno, lo aceptable, es que la vida de la mujer no lo sea).
Curiosamente no veo en Sombra ningún atisbo de maniqueísmo. Las cosas no son buenas o malas. Jesús no es bueno o malo. La mujer sin nombre no es buena ni mala. Ni siquiera María, la madre que consiente los abusos del marido y que deja que utilicen a su hijo, es buena o mala. Conociendo la obra de Alicia supongo que su intención era la de mostrarla como un personaje malvado, puesto que la madre como figura tóxica es una constante en su obra. Sin embargo, en este caso, la considero cómplice voluntaria de las maniobras del dios católico y, en ese sentido, se comporta según su naturaleza egoísta y castradora para con su hijo. La mujer sin nombre, porque ni eso merece, un nombre que la defina, que la dote de entidad, que ancle definitivamente su humanidad a este lado de la realidad, es la única que se preocupa por el hombre sin dejarse deslumbrar por las promesas de trascendencia de la divinidad. Se trata de una mujer práctica que no se deja manipular, que tiene criterio y empatía, y que nunca trata a Jesús como un mito viviente sino como un igual. Es un superviviente, una mujer que vive para sí, que acoge a Judas y le da la comprensión que la iglesia le negó, todo ello, se entiende, dentro del juego narrativo que propone la autora.
Es precisamente la falta de maniqueísmo, tan de moda últimamente, una de las cosas más interesantes de esta obra, y algo difícil de conseguir en una historia con estas hechuras donde lo religioso no es lo importante (yeagh!) porque solo sirve de atrezzo a la trama que se desarrolla.
Muy destacable me ha parecido la prosa de la autora, perfectamente integrada en la época que describe, empleando los términos y las expresiones que encontramos en los pasajes bíblicos pero sin su carga religiosa. Solo lo cultural permanece, y es ese poso el que nos ayuda a degustar una historia palestina y antigua sin que nos parezca evangélica.
En cuanto supe de esta obra dije que, seguramente y sin haberla leído, se trataba de una idea que me hubiera gustado abordar a mí porque tratar el silenciamiento y las prácticas de control sobre la gente es algo que siempre me ha interesado.
Pero esta es mi interpretación de Sombra, que no tiene que ser la tuya, ni siquiera la de la autora, porque se trata de una historia que admite múltiples lecturas, que se puede admirar desde distintos ángulos y disfrutar con distintas intenciones en mente.
Lo que debe quedarte claro es que Sombra «asombra» y no defrauda.
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