Datos del relato
- Autor: Maureen McHugh
- Año publicación: 2003, Revista online SciFiction
- Traducción: Marcheto, Cuentos para Algernon
- Fecha de lectura: Noviembre de 2016
Como el resto de relatos cortos que estoy leyendo, la traducción es de de Marcheto, de Cuentos para Algernon. Podéis descargar el relato gratuitamente desde su Blog:
La hija de Frankenstein (.pdf, .doc, .epub, .fb2 y .mobi).
«La hija de Frankenstein»
La verdad es que no conocía a la autora del relato, Maureen McHugh, aunque veo que su obra es bastante importante incluso aquí, en España. Su primera novela, «China montaña Zhang» (ganadora del Locus en 1992 y nominada a los Hugo y los Nébula), la podemos disfrutar en castellano desde hace años. Además, posteriormente ha ganado un premio Hugo y otro Locus por su relato corto «The Lincoln Train», que está incluido en una de sus antologías «Mothers and Other Monsters» en la que también se incluye el relato del que vengo a hablaros esta vez.
Al igual que cuando comenté «Pequeña América» de Dan Chaon, voy a realizar la reseña antes de leer el comentario de Ted Chiang (a este sí que lo conozco…) que acompaña al relato en el Blog de Marcheto. Posteriormente comentaré lo que nos cuenta nuestro amigo Chiang.
Y es que el relato se presta a realizar comentarios, interpretaciones, tesis y hasta doctorados sobre su contenido. Sin duda el texto va más allá que un simple relato de ficción. Creo que es una mezcla entre manifiesto de moralidad científica, atasco mental en una fase del duelo y la historia de una familia en la que nos habla de sus relaciones, frustraciones y proyecciones. Sí, se me va la olla, pero si seguís leyendo, puede que os aclare mi punto de vista. Por partes:
Manifiesto de moralidad científica
Sin duda una de las conclusiones que podemos sacar del texto es que se cuestiona la clonación humana. Todos recordamos a la oveja Dolly y la polémica que se creó entorno a su… ¿nacimiento? La ciencia por un lado, la moral por otro. Si se había hecho con un mamífero, ¿por qué no con seres humanos?
La autora juega con el tema durante todo el texto, no tanto desde el punto de vista de los protagonistas, más bien desde el reproche del resto de la sociedad. Lo que nos conduce al siguiente punto.
Atasco mental en una fase del duelo
Tal vez sea porque no hace mucho que lei «El camino de las lágrimas» de Jorge Bucay pero sobre todo por lo que me marcó «Pequeños dioses«, de Tim Pratt, lo primero que me ha venido a la cabeza al finalizar el texto ha sido eso, el duelo. Pratt repasa con su fabulosa calidad narrativa y desde la belleza de su punto de vista fantástico, las distintas etapas del duelo. Pero lo que se me quedó grabado de ese relato fue su manera de incidir en lo que él llama «el pequeño dios de la culpabilidad».
Este relato es un claro ejemplo de que aunque el duelo es algo por lo que debemos pasar, con todas sus fases, quedarse estancado en una de ellas es muy peligroso. En este caso no está muy claro que la fase en la que una de las protagonistas (Jenna, la madre de Cara y Robert) se estanca sea precisamente la de culpabilidad, pero parte de sus acciones posteriores sí que creo que despiertan ese sentimiento en ella.
Como todo relato corto que se precie, hay muchas cuestiones que quedan en el aire, pero creo que el sentimiento de culpa permanece de fondo durante todo el texto, tanto en la manera en la que la protagonista afronta los hecho que se van produciendo, como en la descripción de las relaciones con los otros personajes. Lo que nos conduce al siguiente punto.
Historia de una familia en la que nos habla de sus relaciones, frustraciones y proyecciones
La historia está narrada en primera persona pero desde el punto de vista de 2 personajes, Jenna y Robert, lo que nos da 2 puntos de vista diferentes de una misma situación. En un principio puede parecer que el protagonista es Robert, sobre todo al final, pero mi lectura del texto hace que su madre pase a ser la verdadera parte principal de este.
Durante el relato se van viendo los diferentes roles de los personajes y las relaciones, más bien complicadas, entre ellos. Incluso el padre que es en principio un actor secundario, pasa a tener bastante importancia si reflexionas sobre el texto. Pero lo que de verdad ha hecho volar mi mente (otra vez lo ha conseguido un relato corto), ha sido el final.
Puede parecer que el protagonista del final es Robert y también puede parecer que es un final que deja la historia en el aire, pero mi lectura va por otros derroteros.
Pienso que el final cierra perfectamente el círculo, un círculo de culpabilidad, frustración y proyección de esos mismos sentimientos en tu familia. No quiero entrar mucho en lo que dice el texto, pero sí que creo que al final el hecho de que Robert intente una «huida imposible», da un poco de oxígeno a su madre, hace que esta vez sea el niño el que proyecte su intento de librarse de la culpa en su madre. Y esto le genera una sensación de libertad, aunque sepa que es corta, imposible y pasajera.
Me alegro, sí, cómo me alegro… «Corre —pienso con alborozo—, corre, cabroncete, ¡corre!».
Genial.
Comentario de Ted Chiang (Edito: ver el artículo «Orwell no escribía Ciencia Ficción» en el que explico todo esto)
Pues no había pensado que pudiera cuestionarse si el relato es Ciencia-Ficción o no. Supongo que será por el hecho de que aparecen un par de «palabros» científicos (nebulizador, receptores de leucotrienos) que después he descubierto que no son de ficción (claro ejemplo de mi falta de criterio).
Chiang nos habla más del tema de la clonación, que aunque parece ser la clave para categorizarlo como Ciencia-Ficción, me parece mucho más importante por otros motivos que ya he explicado en mi reseña. La verdad es que me aburre bastante ya el tema de Ciencia-Ficción si o no. Tanto que estoy pensando en un artículo escrito desde el cabreo (edito: ya lo he escrito), no tanto por este relato, como por 1984 de Orwell, la novela que está en lo alto de mi ranking.
No sé si lo escribiré, pero un resumen corto podría ser: «Me da igual».
Parece que por un lado estiran los amantes de la Ciencia-Ficción para que las grandes obras tengan la coletilla bien alta y por otro lado están los detractores diciendo que Orwell no podía ser escritor de Ciencia-Ficción ya que sus obras son verdaderas joyas de la literatura.
No me interesa, de verdad. Lo único que quiero es disfrutar de la lectura, sea Ciencia-Ficción, Fantasía, Ficción especulativa o Mario Vargas Llosa leyendo a la Preysler un poema con un zumo de naranja.
El resto del comentario de Chiang me ha parecido muy acertado, comparto todo lo que dice. Pero el principio me ha dejado ya tan desencantado, que ha perdido interés para mí. Es verdad que su visión es mucho más amplia que la mía y que interpreta mucho mejor que yo el texto dándole otro punto de vista que es muy interesante, pero me ha matado lo de la Ciencia-Ficción. Con hablar de la importancia o no de la clonación, hubiera bastado.
Supongo que siendo este un blog sobre lectura, sobre todo del género de Ciencia-Ficción, os sorprenderá mi comentario, pero es que llevo ya tiempo viendo cosas que no me gustan nada. Es posible que no genere simpatía entre los amantes del género (me considero uno de ellos), pero cada vez veo este mundo más lleno de lo que nos quejamos cuando hablamos de otros, gurús, puristas, bandos y «categorizadores» profesionales.
Lo dicho, me da igual si es Ciencia-Ficción o no. Lo que me interesa es lo que me hace sentir este estupendo relato.
Origen
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