Datos del relato
- Autora: Cristina Jurado
- Año: 2014 (Retrofuturismos: Antología Steampunk)
- Lengua: Castellano
- Antología: Fabricantes de Sueños 2014-2015, AEFCFT 2016
- Fecha de lectura: Enero de 2017
Cuarta entrada que dedico a Cristina Jurado desde que tuve la suerte de poder ser el encargado de adoptarla para Adopta una Autora. Si queréis más información sobre el proyecto, podéis echar un vistazo al hashtag de Twitter #AdoptaUnaAutora o visitar su Blog. Os dejo también el enlace a la entrada de presentación de la autora, que voy actualizando según leo obras de Cristina o escribo sobre ella: Cristina jurado. Mucho más que una autora.
Esta es la última entrada que voy a escribir antes de dejar por un tiempo el blog en «IA Mode», es decir, con entradas programadas que tenía preparadas para este periodo de nueva paternidad. Y me está costando escribirla. Mucho.
No es que sea nada nuevo, siempre me pasa cuando escribo sobre ella. De hecho, la reseña de Inchworm es con diferencia la que más me ha costado (tanto en tiempo como en esfuerzo mental) escribir desde que abrí el blog. Pues creo que con este relato, voy a batir el record.
Y es que las cosas han cambiado. Para mí a día de hoy, Cristina es la escritora que más me hace disfrutar mientras leo, la escritora de la que espero mucho y aun así me sorprende, la escritora que peores momentos me hace pasar porque remueve tripas y a la vez la escritora que me deslumbra porque su prosa es, por lo menos desde mi punto de vista, la perfecta mezcla entre calidad y crudeza, poesía y realidad.
Pero sobre todo las cosas han cambiado porque ahora la considero una amiga y escribir algo sobre una amiga… es complicado.
Una vez dicho esto, es difícil mantener algo de la poca credibilidad que tenía, pero espero poder romper ese prejuicio que yo mismo he creado, hablando de un relato que no es de los más conocidos de Cristina, es más, yo lo descubrí en la antología Fabricantes de Sueños 2014-2015 de la AEFCFT, cuando llevaba ya más de 1 año publicado en otra antología (Retrofuturismos: Antología Steampunk), que por cierto, poco o nada tiene que ver con este relato.
Un relato que no ganó ningún premio, ni siquiera fue nominado para ninguno (que yo sepa), pero que es sin duda uno de los mejores relatos que he leído y supuso un punto de inflexión en mi postura como lector. Ahora, además de calidad, sentido de la maravilla y todo lo que cualquier lector de género busca en sus lecturas, yo necesito que los textos me remuevan algo. Bueno o malo, pero algo.
Así, empiezas a leer «El pastor» y esto es lo que te golpea, porque esto no te lo encuentras, te golpea:
Solo tengo que rozar el ala del sombrero para que el líder de mis centinelas cace la pieza huida. Sus casi dos metros de altura y su mandíbula carnicera atemorizan a las bestias más cercanas, que se mean encima al advertirlo.
Recordé sus gemidos desdentados, el día que lo encontré abandonado en la zona más espesa del bosque. Iba a callarlo de una dentellada, pero vi su envergadura y su fuerza, y comprendí que aquel era ejemplar de criador. A juzgar por el tamaño, la madre había debido morir en el parto, desangrada.
Y ahora, ya con las cosas en su sitio, creo que puedo empezar a hablar del relato.
El pastor
Las primeras líneas que he citado anteriormente, pueden parecer un intento de golpe efectista para atrapar al lector o por lo menos atraer su atención, pero la realidad es que el relato no baja de intensidad en ningún momento. Dicho esto y aunque parezca imposible, la sensación no es de agobio, al contrario, llegas a sentirte relativamente cómodo mientras Cristina crea un mundo de la nada en pocos párrafos. Eso sí, luego las patadas al esófago cada ciertas páginas, son de órdago. Recuerdo una escena concretamente, que no voy a reproducir aquí por supuesto, que me hizo apartar la vista del libro, poner cara de haberme comido una pipa de esas secas traicioneras que siempre hay en cada una de las bolsas y volver a la lectura.
Como dije en la anterior reseña, todos los relatos de Cristina llevan una capa de color que permanece estable durante toda la historia, una niebla que se superpone a la imagen que se crea en mi cerebro. «El pastor» es gris y marrón. La mayoría del tiempo podría asegurar que predomina el marrón, pero a veces es tan oscuro que se cubre de gris. Por supuesto, algunos de los golpes al estómago son rojos, pero un rojo que tiene que ver más con el gris que genera en ti, que con el rojo que ves.
Otra de las curiosidades del relato es que no tiene diálogos, algo que generalmente hace que un texto me eche para atrás, pero que en este caso, le da un toque que no tendría en caso de tenerlos. No hay mejor manera de explicar esta decisión que de boca de la propia autora y como soy muy pesado y Cristina es muy buena persona, esto es lo que me ha dicho al respecto:
La historia con diálogos no funcionaba. Yo quería mostrar la forma de pensar del pastor e intercalar diálogos rompía ese efecto. Una vez establecida la relación del lector con un ser tan despreciable, como es el protagonista, los diálogos la hubieran trivializado, en mi opinión.
Nota mental: Tengo que pedir más frases de estas a Cristina, no solo mejoran la reseña, la convierten en eso, una reseña.
Conclusión, uno de esos relatos que te da pena terminar, que aunque tengan un buen final, te dejan con ganas de más. Un mundo al que mi cabeza vuelve muchas veces, recordando personajes, criaturas, castas, escenas… Una historia que merecía más y que sigue mereciendo más. Espero que en algún momento, Cristina se acerque de nuevo a esta locura que es El pastor, una locura que engancha pero que golpea con fuerza.
Origen
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