El día de las escritoras ha pasado y hemos hecho promesas de leer a más mujeres. Algunos se han dado cuenta de que ese chip ya se activó y empezó a tener títulos escritos por ellas de una forma normal. Para otros este es el aviso que les hará cambiar sus costumbres. Y para algunos, cada año menos, está será la primera ocasión en que perciban una realidad de la que no se habían percatado. Todos hemos estado en esa situación antes. No pasa nada.
Constantemente nos damos contra momentos en los que sale a la superficie nuestro machismo. Es normal. Nos detenemos, observamos, aprendemos y avanzamos. De eso iba realmente el día de ayer. De aprender de errores cometidos y de ponerles solución. Y de eso va el mes de leer autoras (recordamos el uso de la etiqueta LeoAutorasOct, en la que podréis encontrar multitud de recomendaciones), de compartir nombres, algunos sorprendentes, otros clásicos y de recordar que las mujeres siempre hemos escrito, aunque no siempre hayamos sido tan escuchadas como los hombres.
Os invitamos a hacer dos ejercicios, mirar en vuestras estanterías qué porcentaje está escrito por mujeres y cuál por varones. Y el segundo, anotar en un papel diez títulos que hayáis leído en el colegio y ver cuántos corresponden a plumas masculinas. Con un poco de suerte en el primero de ellos la proporción se irá igualando. Si dista mucho no hace falta que cunda el pánico. Pero escuchad a vuestro alrededor y buscad cabezas femeninas. Cuando empiezas a querer oír títulos escritos por mujeres aparecen hasta bajo las piedras.
Mientras tanto podéis leer lo que el Equipo Cuántico nos hemos contestado al preguntar por el día de ayer (en el que nuestras escritoras de confianza ya nos hablaron de sus autoras de referencia).
Carla Campos
Pasado el 23 de junio, mi padre y yo celebrábamos el mismo ritual cada año. Lista en mano, nos acercábamos a la librería de siempre a encargar los libros de texto para el siguiente curso. Oía a mi padre recitar nombres y editoriales académicas mientras me perdía entre las estanterías y buscaba el regalo con el que daría el pistoletazo de salida al verano.
En junio del 95, escuché a mi padre decir que «para literatura española, Carla necesita Nada, de Carmen Laforet«. Dejé el cómic que estaba ojeando y me acerqué a él, sorprendida. Era la primera vez en mi historia escolar que me mandaban un libro escrito por una mujer. Jordi, nuestro librero (que aún ejerce en la Librería Canillo), me explicó un poco de la historia de esta mujer y me dijo que, si me gustaba, me recomendaría más escritoras.
Aquel curso leí Nada cuatro veces: una en verano y otra cada trimestre. Además, acepté la invitación de Jordi y en pocos meses cayeron otras mujeres como Mary Shelley, Ursula K. Le Guin o Charlotte Bronte. Les siguieron más, claro, de género y no de género: Anne Rice y Katherine Neville convivieron mucho tiempo en mis estanterías y, con los años, dieron paso a Elia Barceló o N. K. Jemisin. Sin embargo, siempre recordaré a Carmen Laforet por ser la primera de muchas, la que me abrió los ojos, la que marcó un camino. El mío.
Lluís Salart
Escribo por Morgana. La mayor de las brujas y la más maltratada en todas las leyendas. Culpable de todos los males de su hermanastro, el rey Arturo. Entre el mago bueno (hombre) Merlín, y la bruja mala (mujer) Morgana… O entre la afable y religiosa Ginebra y la luchadora y pagana Morgana… ya sabemos hacia quien se decantó la mitología. Morgana se merecía el mejor de los cuentos que la rescatase del ostracismo de la leyenda artúrica. Y ese cuento lo escribió Marion Zimmer Bradley en Las Nieblas de Avalon. Ellas, Morgana y Marion, me abrieron los ojos al tipo de literatura que quería escribir: cambiar el enfoque, poner en duda lo que se da por sentado, incomodando lo establecido.
Consuelo Abellán
¿Una autora que me haya marcado? Sin lugar a dudas, Isabel Allende. La descubrí, como todo el mundo, supongo, con La casa de los espíritus (1982), magnífico exponente del realismo mágico tan de moda por aquella época. Sin embargo, la obra por la que más la recuerdo, y la que creo que me marcó fue De amor y de sombra (1984). Precisamente por el contraste que el título sugiere. Por esa forma de narrar, desde una mirada lúcida, lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, mezclarlo todo y conseguir que, después de habernos hecho ser testigos de los episodios más oscuros de la historia de su país, sigamos manteniendo la esperanza y la confianza en la bondad de las personas.
Otra autora cuyos libros no leía, devoraba, fue Rosa Montero. No empecé por sus primeras obras. Creo que leí en primer lugar La hija del caníbal (1997), Temblor (1990) y El corazón del tártaro (2001), y seguía también su columna en el suplemento dominical de El País. Pero de sus libros, el que mejor recuerdo, quizás por ser una lectura más reciente (aunque no mucho más), es La historia del rey transparente (2005), del que no me resisto a transcribir las primeras líneas:
“Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre”
¿Cómo no engancharse a un libro que empieza así?
Maritxu Olazabal
Me cuesta seleccionar sólo a una o dos autoras para recomendar. En frío no podría olvidar a Donna Leon o a Patricia Highsmith, la novela negra es lo primero que me viene a la cabeza. Por cómoda de leer, por apego personal y porque es un género que me gusta reivindicar. Así que me escudaré en compartir únicamente nombres de autoras actuales, españolas, de literatura de fantástica y además juvenil. Y aún así he tenido que agarrar lápiz y papel y pensar para quedarme con dos nombres.
Para aquellos que quieran leer algo para jóvenes y no sepan por dónde comenzar le recomendaría a Laura Gallego. Porque el mundo cambió un poco con ella. Tiene cosas maravillosas como El libro de los portales, con el que podréis pasar una tarde entretenida y que os dejará con ganas de más, de mucho más. Aún no entiendo que no haya firmas pidiendo nuevas partes de esa historia. Lo tiene todo, magos, formas de convocar la magia preciosas, sociedades con conflictos y un mundo suficientemente conocido para imaginarlo rápidamente, pero suficientemente fresco para que resulte interesante. Y cuando os pueda el deseo de más corred a por Memorias de Idhun. Páginas y más páginas ante vosotros para devorar que marcaron un antes y un después en la literatura juvenil española reciente.
Pero quiero aprovechar para mencionar también a mi última fijación. Ella es Victoria Álvarez y aún no me he cruzado con nada suyo que me parezca mal escrito. Pudisteis leer la reseña de su última novela para adultos, una historia de terror de lo más incómoda que te va dejando mal sabor de boca. La costa de Alabastro, así se llama el libro, es una historia corta en la que, a falta de mejores palabras, escribe antiguo. En cada una de sus letras te viene a la cabeza su ambientación. No resulta fácil de conseguir, no son sus datos los que nos trasladan a la Normandia posterior a la ocupación nazi, es cada poro escrito. Pero es que atacas a La ciudad de las sombras (de la que el próximo mes se publicará su segunda parte) y parece que sale de la mano de una persona distinta. Bien ambientada, bien documentada y perfectamente descrita, el inicio de esta saga está ambientada en la India y se disfruta cada página.
Probad a nuestras autoras. A las de aquí y a las de otros lugares. Actuales y antiguas. Nadie ha hablado de Victor Català, del resto de las hermanas Bronte, de Agatha Christie o de otros mil nombres, porque no las podíamos citar a todas. Pero ellas deben ser leídas. No porque sean mujeres, no porque aún hoy en día cueste más que tengan un lugar en los medios. Sino porque se lo merecen.
Ha habido, hay, mucha mujer que sabe relatar. Va siendo hora de rescatar a todas ellas de las penumbras y darles el lugar que siempre les correspondió.
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