- Título: Quién teme a la muerte
- Autora: Nnedi Okorafor
- Editorial: Crononauta
- Traducción: Carla Bataller Struch
- Formato: rústica con solapas
- Nº de páginas: 457
- Ilustración de cubierta: Joey Hi-Fi
- Fecha de publicación: mayo 2019
- Fecha de lectura: junio 2019
- Enlace de compra: Lektu
Hay tantas cosas interesantes que destacar en este libro que no sé por dónde empezar. Creo que lo mejor será que os ofrezca mi impresión general sobre él y después vaya por partes.
Si hay una palabra que describe cómo me sentí mientras leía y al terminar, esa es impactada. Como muchos de vosotros, soy una lectora muy habitual de fantasía y ciencia ficción, así que se supone que estamos acostumbrados a sumergirnos en mundos imaginarios que nada tienen que ver con la realidad en la que vivimos. Pero el mundo que nos plantea Okorafor en Quién teme a la muerte es especialmente impactante. A pesar de ser un mundo fantástico, del que hablaré más adelante, es también un mundo muy cercano a la realidad. Pero no a nuestra realidad, y ahí creo que es donde radica mi sensación de impacto.
Okorafor nos describe la situación real de miles de mujeres en el mundo. Es una realidad que estamos acostumbrados a ver en noticiarios y reportajes, pero que nos parece lejana porque no forma parte de nuestro día a día, solo hace apariciones esporádicas. Encontrar este tipo de situaciones en una novela de fantasía, que transcurre en un mundo imaginario, paradójicamente nos abre los ojos al mundo en que vivimos. Y este es, en mi opinión, el primero y más destacable entre los muchos méritos de la novela.
Por supuesto, hablo de las violaciones en masa y «organizadas» en el contexto de guerras de limpieza étnica que se describen al principio del libro, de la ablación, y de un sometimiento institucionalizado de la mujer que va más allá del mero machismo, tal como lo entendemos en nuestra sociedad occidental. La editorial ha incluido un aviso de contenido en la publicidad del libro, por la dureza de los temas tratados. Estos pueden herir sensibilidades, evidentemente, pero creo que esa es precisamente la intención.
Nadie puede permanecer indiferente cuando le cuentan cómo todas las mujeres de un pueblo son concienzuda y sistemáticamente violadas por los hombres de otra etnia, con la intención de dejarlas embarazadas de bebés mestizos y destrozar las familias del pueblo rival. Es imposible leer cómo unas niñas de once años se someten de forma voluntaria a la ablación solo por la presión social y por ser aceptadas, y no enfadarse. Mucho. Pero creo que es necesario leerlo, a pesar de lo cabreada que una pueda llegar a sentirse, o precisamente por eso. Leer esas escenas tal como las cuenta Nnedi Okorafor es lo más parecido a experimentarlas en persona y así llegar siquiera a atisbar cómo viven las mujeres en algunos países de África. En la vida real, no solo en la novela.
Más allá de su intención de denuncia, Quién teme a la muerte es una muy buena novela de fantasía con pequeños toques de ciencia ficción. Narra la lucha de una joven mestiza, nacida de una violación, Onyesonwu, por encontrar su lugar en el mundo. Un mundo que es hostil con las mujeres y con los mestizos como ella, hijos de la violencia, nacidos para sembrar la discordia entre los pueblos. Un mundo donde la magia cobra un papel protagonista, muy ligada a la tierra y a la naturaleza, con un inconfundible sabor africano. A pesar de sus sobresalientes cualidades innatas, Onyesonwu tendrá que luchar para poder aprender a utilizar esa magia, pues las mujeres en su mundo no pueden ser aprendizas de los hechiceros. Se supone que no están capacitadas para manejar los Grandes Saberes Místicos, sino solo pequeños trucos de hechicería menor.
Descontenta con una realidad que no le parece justa y dispuesta a cambiarla, emprenderá un viaje de final incierto a través del desierto. La acompañarán sus amigas y el hombre al que ama, Mwita, también mestizo y también aprendiz de hechicero, pero mucho menos poderoso que ella. Durante este viaje se despliega ante los ojos del lector el mundo creado por Okorafor: complejo, diverso, empapado de magia y cruel naturaleza, pero en el que aún persisten los restos de una tecnología perteneciente a un pasado desconocido. Durante el viaje los compañeros tendrán que enfrentarse a elementos hostiles, pero también deberán aprender a deshacerse de los condicionamientos impuestos por su educación: continuamente se cuestionan los papeles tradicionales del hombre y la mujer, tanto en las relaciones de pareja como en la sociedad. De esta forma, el discurso feminista está presente a lo largo de toda la obra, no diría que de forma sutil, porque es bastante evidente, pero sí perfectamente integrado en la historia, sin estridencias, de forma natural. Del mismo modo la autora nos presenta los conflictos étnicos, tan presentes por desgracia en muchos países de África, como la consecuencia de una tradición aberrante que también debe cambiar.
En cuanto a la estructura del libro, narrado en primera persona por una Onyesonwu que nos habla desde el futuro y en una situación que se adivina bastante aciaga, yo diría que la primera parte está perfectamente pensada para captar la atención del lector. La parte intermedia, en la que se relata el viaje por el desierto, quizás se hace un poco lenta, para acelerar el ritmo en un final trágico al mismo tiempo que esperanzador. A pesar de la extrañeza para el lector occidental por los nombres africanos de los personajes y de ciertas criaturas fantásticas que pululan por el libro, la lectura no es difícil, sino muy placentera, gracias en parte al más que correcto trabajo de traducción de Carla Bataller Struch.
En resumen, Quién teme a la muerte es un libro impactante y desgarrador, con una gran carga de denuncia que removerá las tripas del lector con toda seguridad. Pero además es una buena novela de fantasía, con una historia bien narrada en la que se entretejen el presente y el pasado, personajes complejos con una evolución notable y un mundo perfectamente creado, con elementos que resultarán novedosos al lector occidental por su raíz africana.
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Valoración
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8/10
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