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Datos del libro
- Título: Ojos verdes, negra sombra
- Autor: Javier Quevedo Puchal
- Editorial: Dilatando mentes
- Formato: rústica con solapas
- Ilustración de portada e interiores: Fernando Villanueva
- Nº de páginas: 462
- Idioma: castellano
- Fecha de lectura: octubre 2018
- Enlace de compra: Lektu
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Esta es mi tercera y última reseña de las obras finalistas en la categoría de novela en los Premios Guillermo de Baskerville, organizados por la revista online Libros Prohibidos. La primera fue La moderna Atenea, de Conchi Regueiro, y la segunda Fafner, de Daniel Pérez Navarro.
La novela nos lleva en un viaje al pasado no tan lejano, a la época convulsa que precedió al golpe de estado contra la Segunda República española y a la posterior Guerra Civil, que tantas cicatrices y heridas abiertas ha dejado. La acción comienza en Sevilla en 1935, pero en seguida se traslada a un pueblo de lo más profundo de Galicia. El autor consigue sumergirnos de lleno en el ambiente y en la sociedad rural española de la cuarta década del siglo pasado, dando a toda la novela un innegable aire costumbrista.
Sevilla, 1935. Las tensiones internas del país empiezan a marcar los estertores de la Segunda República. Pero todo eso parece quedar muy lejos del teatro donde Aurelia Vargas, una mujer de turbia naturaleza, debuta como coplista de primer orden. Lo que Aurelia no imagina es que su debut se verá truncado al convertirse en la principal sospechosa de un crimen. Esa misma noche, decide huir con su hermano Liberto al único sitio donde sabe que la Guardia Civil no la buscará: Pobramoura, la aldea gallega donde vive un inconfesable amor del pasado. Un lugar escindido por sus propias tensiones internas, a caballo entre el pasado y el presente, lo mágico y lo racional, el amor y el odio. Una Galicia ancestral donde ambos hermanos, unidos por un lazo de sangre más estrecho que el del mero parentesco, tendrán que enfrentarse a sus propios fantasmas mientras el mundo se desmorona a su alrededor.
Son tantos los aspectos en los que esta novela sobresale, que no sé muy bien por dónde empezar ni cómo hilar unos con otros. Yo diría que los aciertos más destacables serían la fuerza de sus personajes y la ambientación, con ese aire entre costumbrismo y realismo mágico que se respira a lo largo de la historia. El elemento fantástico, por su parte, sobrevuela todo el libro, no de forma demasiado explícita ni evidente, dejando casi siempre lugar para la duda entre explicación racional o sobrenatural, lo cual también me parece algo que aporta valor añadido: esta ambigüedad apela a la complicidad del lector: «¿qué prefieres creer? Decídelo tú», parece estar diciéndonos el autor.
Pero vayamos por partes. Ojos verdes… es, sin duda, una novela de personajes y, sobre todo, de personajes femeninos. La protagonista indiscutible de la novela, Aurelia, es una mujer fuerte y ambiciosa, de las que tienen los pies firmemente anclados en el suelo y las ideas muy claras, que lucha con todas las armas a su alcance por mejorar su destino, hasta que este le juega una mala pasada. Tiene su contrapunto en Rosalía Quiroga, mujer alienada primero por su padre y después por su esposo, que asume con resignación el papel que la sociedad le ha adjudicado sin preguntar. Guarda, sin embargo, algunos secretos que la llegada de Aurelia la obligará a desenterrar. Entre las dos, está Clara Quiroga, una especie de enlace o personaje de transición entre la tradición y la modernidad: ha tenido acceso a una educación que la capacita para ejercer una profesión, aunque aún no ha terminado de librarse de las rígidas normas sociales que parecen abocarla a un matrimonio sin amor, como el de su hermana Rosalía.
Pues aunque Rosalía fuera la mayor, o tal vez por eso precisamente, ya desde su juventud había mostrado siempre el semblante serio y abnegado de quien ni siquiera sueña con andar el camino (de desviarse de él ya ni hablemos) a un ritmo distinto del que otros le han marcado.
Los personajes masculinos no carecen tampoco de interés, aunque desempeñen un papel más secundario. Zacarías Vidal, el adinerado esposo de Rosalía, ejerce de cacique, en el pueblo y en su casa. Liberto, ingenuo y enamoradizo, permanece siempre leal y tras la estela de su hermana Aurelia, fracasando en el amor una y otra vez, a pesar de las advertencias y consejos de esta. Barrabás, el arrendatario y sirviente de los Quiroga, es un hombre vencido y atormentado, perseguido por su propia leyenda negra, que terminará teniendo un papel fundamental en la trama.
Cada uno de estos personajes está nítidamente retratado por el autor, con sus rasgos propios, físicos y psicológicos, sus dilemas morales y vitales, enfrentándose a demonios propios y ajenos. Las relaciones entre ellos están llenas de matices y recovecos, de reticencias y revelaciones, de sentimientos a flor de piel. A pesar de no ser una novela de acción y de que pueda parecer que leemos páginas y páginas sin que «pase nada», el autor tiene la capacidad de engancharnos en ese entramado de relaciones y sentimientos, de diálogos y silencios significativos, de gestos y miradas, de deseos reprimidos y amores prohibidos y, cómo no, de misterios sin resolver y preguntas que exigen una respuesta. El resultado es una historia absorbente, imposible de soltar. Lo describiría como un libro de ritmo lento, pero intenso. No todo el mérito es de los personajes, evidentemente. También la prosa de Quevedo Puchal tiene mucho que ver: tiene un estilo muy depurado, precioso sin ser preciosista, elegante en todo momento, con imágenes muy logradas y diálogos donde los personajes dejan escapar giros coloquiales y vulgarismos, sin caer en el exceso: lo justo para que suene natural al ser leído.
Todos estos personajes conviven en el Pazo de los Quiroga, en la Galicia más rural y tradicional, donde se viven tiempos de incertidumbre y agitación política, poco después de la represión de la revolución minera asturiana de 1934 y poco antes del golpe de estado e inicio de la Guerra Civil de 1936. Todo este maremagnum político y social se entremezcla con los mitos y leyendas más ancestralmente arraigados en la tradición gallega y con alguno más de la cosecha del autor. El peculiar escenario, espacial y temporal, en que Quevedo Puchal sitúa la acción le da pie a reflejar claroscuros, dualidades y contradicciones: la cultura andaluza de la copla y el mundo del espectáculo sevillano frente a la cultura gallega y el mundo rural de la Santa Compaña; la posición rancia e inmovilista de Zacarías y su entorno frente a los conatos de revolución obrera; la progresiva decandencia de la agricultura y todo lo rural en favor de la industrialización y lo urbano; la renovación sin auténtico cambio de las clases dirigentes, cuando los apellidos familiares de rancio abolengo empiezan a perder poder en favor del dinero sin apellidos… Quedan así enfrentados la tradición y la modernidad, lo realista y lo fantástico, la clase dominante y la de los oprimidos, la represión y la expresión.
En cuanto al ambiente que se respira al leer la novela, es también una mezcla de muchos elementos. Aunque no se me da muy bien, trataré de explicarlo con las referencias que me venían a la cabeza según iba leyendo (que no tienen por qué ser las mismas con las que contaba el autor al escribir): en mi mente el libro empieza como una película española de los años 30, de estilo folclórico, de esas de mantilla y peineta, y poco a poco va mudando la piel, para terminar pareciéndose a alguna tragedia lorquiana (me venía Yerma a la cabeza, quizás por asociación con el personaje de Rosalía, aunque no desempeñe exactamente el mismo papel). Por el camino hay momentos en que creo ver trazas de Torrente Ballester y Los gozos y las sombras. Todas las mencionadas son referencias contemporáneas a los personajes. Y, sin embargo, el autor habla sin morderse la lengua (y con intención de denuncia) de temas que en aquella época eran poco menos que tabúes, como la violencia machista o la homosexualidad. Podría parecer arriesgado mezclar elementos tan dispares, pero creo que el resultado es, sencillamente, brillante.
En conclusión, Ojos verdes, negra sombra es una gran novela, con grandes contrastes que realzan su valor. Por un lado, consigue crear en el lector la sensación de familiaridad o cercanía, tal como lo haría una novela realista, gracias a la magnífica ambientación de una época que la mayoría no hemos vivido, pero que permanece aún fresca en nuestra memoria histórica. Por otro, flotan en el ambiente, siempre presentes, mitos, leyendas y el misterio acerca de la auténtica naturaleza de algunos personajes, que le dan al libro su toque fantástico. Y son precisamente sus personajes el elemento central de la novela: todo el libro se sustenta en el carisma de Aurelia, la resignación de Rosalía, la tímida rebeldía de Clara… Alrededor de estas mujeres se van tejiendo historias: de amor y de muerte, de esperanza y de resignación, de sacrificio y de persecución de la propia felicidad. Sin duda, una de las mejores novelas que he leído este año.
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