Hoy termina el #NaNoWriMo, hoy muchos escritores celebran haber alcanzado el reto de las 50.000 palabras. El esfuerzo ha sido enorme: han renunciado a familias y amigos, a dormir por el bien de la literatura. Pero lo han conseguido: 50.000 palabras en un mes. Me alegro por todos ellos, su sudor ha valido la pena. Yo quería ser uno, pero no lo conseguí. Mi NaNo terminó el 4 de noviembre con 9.657 palabras.
El ritmo que llevaba era bueno, más de 2.000 al día: ayudó que había 3 no laborables y un viernes. Pero el lunes 5 todo se vino abajo. Y pudo ser solo un día que no puedes escribir, pero el martes 6 también se complicó, los pocos ratos que podía abrir el documento con el original no conseguía retomar el hilo.
Me gustaría compartir en este artículo los aprendizajes de este fracaso.
Aceptar un fracaso es el primer paso para salir de él. (Foto de Kev Seto en Unsplash)
Primero. Asumir el fracaso.
No le pondremos paños calientes al asunto. El reto eran 50.000 palabras en un mes y no lo logré. Fracasar puede ser malo, pero es peor no asumirlo. Tristeza, dolor y decepción son algunos de los sentimientos de esos días. Y asumir el fracaso es el primer paso para iniciar el aprendizaje y no repetir los errores futuros.
Me preparé para el NaNo siguiendo las recomendaciones de Javier Miró en su canal de YouTube. Empecé a verlos por curiosidad, luego me piqué conmigo mismo y me lancé. Hay muchos consejos sobre cómo afrontar la escritura en general y el NaNo en particular pero, para mí, los de Javier son oro… ¡Y son gratis!
Segundo. Soy capaz.
Reorganicé mi vida. Empecé a levantarme una hora antes por las mañanas y a ir a dormir una antes por la noche. Hice ese cambio unos días antes para habituar el cuerpo. Escribía a buen ritmo, con las ideas claras. Trabajaba con mapa, tenía claro el worldbuilding y el trasfondo, tenía mis personajes bien definidos.
Me planteé el reto de convertir el NaNo en un experimento sobre mi capacidad de escribir de forma profesional, no como una afición. Eso es hacerlo de forma organizada, con fechas y objetivos claros. Había visto la necesidad de aprovechar mejor el tiempo que dedico a escribir y hacerlo más eficiente. Las horas de escritor se las quito a mi familia, y eso cada vez me cuesta más porque quiero estar con ellos.
Lo peor es que conseguí todo eso. Pude modificar mis hábitos, adaptar mi modo de escribir a un mapa y aprovechar mejor el tiempo, pero fracasé.
¿Cocinar sin mise en place? Escribir parace que tampoco (Foto de Andy Chilton en Unsplash)
Tercero. No me preparé.
Como os comentaba antes, me piqué a mediados de octubre y no tenía clara la idea de lo que iba a escribir. Fui construyendo como lo hace un escritor de brújula, según me iba surgiendo lo que escribía o planificando. Pero me faltó tiempo, mucho tiempo. Cuando empezó noviembre tenia claros los cuatro primeros capítulos, alguno del medio y el final. Pero así no se afronta un NaNo. Y no es casual: cuatro capítulos preparados, cuatro días de escritura eficiente.
Cuarto. Cuando te da la crisis.
Asumo que vivo una crisis del escritor importante. Voy dando bandazos y os confesaré que durante octubre planifiqué tres libros distintos. Mis dos libros publicados hasta ahora no estaban pensados para ello. Proyecto Marte era una iniciativa en mi blog mientras escribía “la novela”. Un cálido escalofrío era una idea aparcada que decidí resucitar más por necesidades emocionales mías que no con criterio literario.
No me arrepiento de estas decisiones, estoy muy orgulloso de mis niños, pero me hace ver que más que un escritor de brújula soy un trotamundos sin rumbo. El NaNo es tan exigente que necesitas tener muy claro dónde quieres llegar con la novela que compondrás, pero también como escritor.
Quinto. Pedir ayuda.
El 6 de noviembre decidí no escribir nada más hasta saber dónde quería ir, y aún no lo sé. Estoy en un proceso de reflexión. Sé que quiero seguir escribiendo. Sé que quiero hacerlo con hábitos profesionales. Sé que soy capaz. Pero ando perdido, no sé dibujar mapas. Así que he decidido pedir ayuda, y os lo iré contando en Origen Cuántico a partir de 2019. La primera puerta a la que llamaré será a la de Javier Miró.
Foto de Jonny Caspari en Unsplash
LJSalart
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