La ciencia ficción española de los años ochenta fue la de los bolsilibros y los fanzines que supusieron la piedra angular sobre la que se sostendría parte de nuestra tradición a lo largo de los noventa. En ese vientre gestó Elia Barceló Embryo, su primer relato, publicado en 1981 en el número dos de la revista Kandama y cuyo título no podría haber sido más acertado para anticipar el comienzo de una carrera que dura ya más de treinta años.
El primer contacto que tuve con Elia fue a través de sus cuentos, pequeñas narraciones que salpicaban antologías bajo un nombre que poco a poco se fue volviendo más familiar. Quise saber quien era y eso fue precisamente lo que no me esperaba: quién era. La única mujer en un género casi incipiente, en una época en la que la mayoría de nuestras madres eran todavía amas de casa y las naves espaciales eran cosa de chicos. A juzgar por la cantidad de sus publicaciones en aquella época, si encontró dificultades por el camino, las superó con creces.
Su obra es tan extensa que me quiero centrar en este artículo en su faceta como escritora de narrativa breve. La ciencia ficción solo fue el inicio. A medida que avanza su obra también crece, se diversifica.
De la época de los ochenta he podido recuperar algunos de sus relatos y leerlos. En Catarsis (Nueva Dimensión 138, 1981), la creatividad y la imaginación son un delito penado con la esquizofrenia y el horror a través de los cuales Elia nos guía introduciéndonos de lleno en la narración con algunos guiños a escenas conocidas del imaginario colectivo. Pasen, señores, pasen (Máser 4, 1982) es la desgarradora historia de un extraterrestre que llega a la Tierra para acabar siendo exhibido en un circo. ¿Una reflexión sobre el maltrato animal a través de la manera en la que tratamos a una especie alienígena? Aunque la primera vez apareció en el mencionado fanzine, el editor Alejo Cuervo lo recuperó años más tarde y lo publicó en el volumen conmemorativo número 100 de la colección Super Ficción en 1986. Fue la primera publicación de manera profesional de Elia Barceló. El tercer relato que he podido disfrutar de aquella época es La mujer de Lot (Máser 7, 1983), en el que toma como punto de partida este pasaje bíblico y hace una desgarradora reflexión sobre la manera en la que nuestro futuro puede quedarse inevitablemente anclado en el pasado.
Los demás relatos de esta época, afortunadamente, no se han perdido. La gran mayoría de ellos, junto con alguno inédito, fueron recopilados en la antología Sagrada, su primer libro publicado en 1989 y que Sportula reeditará próximamente. Embryo (1981), Minnie (1981), La dama dragón (1981), El jardín de las flores que se columpian (1983), Nosotros tres (1984), Una antigua ley (1986) o Piel (1989) volverán a ver la luz junto con Aquí estamos todos juntos (1989) y Sagrada, la novela que le da título.
Mientras en los noventa en el mundo anglosajón se publicaban las primeras obras ciberpunk, en España escribía la generación Hispacon. Fue la época en la que se fundó la AEFCFT —Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror— y surgieron los premios Ignotus, que perduran hasta hoy. Elia inauguró la lista de autores que han ganado a lo largo de todos estos años un Ignotus al mejor cuento con La Estrella (1991), un evocador relato acerca del encuentro de la raza humana con una curiosa especie alienígena. De esta época es también Cobarde (BEM 22, 1992), un alarde de prosa y narrativa que nos va llevando a través de un futuro decadente al que el protagonista no se quiere enfrentar. Metáfora del que corre en el desierto (BEM 37, 1994) es una brevísima reflexión acerca de nuestros ideales y el progreso de la humanidad desde la visión de un extraterrestre infiltrado en nuestra sociedad. Y, por último, quería comentar Ritos (BEM 59, 1997) una narración casi costumbrista, oscura, que penetra profundamente en el mundo de las apariencias para llegar hasta una espeluznante verdad.
Estos relatos seleccionados, aquellos a los que he podido acceder, son tan solo un pequeño ejemplo de la producción de Elia durante sus primeros años. Su prosa es elegante y delicada desde el primer momento, y sabe utilizarla tanto para crear bellas imágenes como pasajes turbadores capaces de mantenernos en vilo deseando saber qué pasará en la siguiente línea. Todos dejan tras de sí una estela más allá de las palabras que invita a la reflexión, a trasladar esas historias de mundos improbables hasta un presente que podría hacer que dejaran de serlo.
Para aquel que quiera seguir indagando y descubriéndola, dejo a continuación una relación de los relatos que escribió en aquella época con sus datos de publicación original. Algunos han sido reeditados posteriormente. En el próximo post recorreremos casi otros veinte años a través de los cuentos y antologías que Elia nos trajo con el nuevo siglo.
1981-1989:
Embryo (Kandama 2, 1981)
Minnie (Kandama 2, 1981)
La dama dragón (Kandama 4, 1981)
Catarsis (Nueva dimensión 138, 1981)
Pasen, señores, pasen (Máser 4, 1982)
El jardín de las flores que se columpian (SF 2, 1982)
La mujer de Lot (Máser 7, 1984)
Nosotros tres (Kandama 8, 1984)
Una antigua ley (Cuásar 9/10, 1986)
Piel (Sagrada, 1989)
1990-1999:
La estrella (BEM 13, 1991) – Premio Ignotus 1991 al mejor relato.
Cobarde (BEM 22, 1992)
Loca (Tránsito 18, 1993)
Metáfora del que corre en el desierto (BEM 37, 1994)
La belle dame sans merci (El sueño del Fevre 4, sin año)
El día más feliz (Núcleo Ubik 1, 1994)
Estreno (Cyberfantasy 6, 1994)
Alana (Elfstone 11, 1994)
Anunciación (Parsifal 8, 1996)
El misterio de la semana negra (Volver a Gijón, Ayto. Gijón, 1997)
Ritos (BEM 59, 1997)
Oscuro, como un cristal (Artífex 20/21, 1998)
Il regalo (Linea d’ombra 135, 1998)
La trama (Papel mojado – Boletín oficial Hispacon, 1998)
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Alucinante el trabajo para realizar esta entrada. Bravo Cris 🙂