Datos del relato
- Título: Rojo
- Autora: Cristina Jurado
- Año: 2018 (Sportula)
- Edición y selección: Mariano Villarreal
- ISBN: 9788416637751
- Lengua: Castellano
- Antología: El viento soñador y otros relatos
- Fecha de lectura: Mayo de 2018
Rojo, de Cristina Jurado
Escribir algo sobre este relato de Cristina Jurado es una decisión personal que viene motivada por la sensación que tengo de “asignatura pendiente” con esta autora. Hace ya algún tiempo leí Clorofilia (Editorial Cerbero) y, aunque disfruté mucho con la lectura, tengo que confesar que no entendí la intención de la autora. La cabeza se me llenó de imágenes oníricas, el pecho de sensaciones extrañas, la boca se me abría en una asombrada O continuamente. Pero al terminar el libro, lo que pendía sobre mi cabeza era… un enorme signo de interrogación. Quizás porque esperaba otra cosa, un final más cerrado, más claro, más “normalito”. Error mío, sin duda. Con Cristina Jurado no hay nada normalito.
Por eso, cuando tuve en mis manos la antología El viento soñador y otros relatos (Sportula) me alegré mucho al ver que contenía un relato de Cristina. Más aún, en la presentación del mismo se incluyen unas palabras de la autora que orientan al lector sobre su intención al escribirlo. Así que, como la ocasión la pintan calva, me propuse entender a Cristina. Si sigues leyendo, lo que encontrarás no es una reseña, sino el resultado de mi reflexión sobre Rojo y mi interpretación particular.
Lo primero que quiero destacar del relato, y que ya se intuye en el título del mismo, es el papel protagonista que juega la sangre. La sangre, fuente de vida, de eterna juventud o de poder mágico en numerosas obras de género, tiene una función completamente distinta y, para mi, novedosa en este cuento. La sangre se convierte, en manos de Cristina Jurado, en fuente de información. Sí, porque en este mundo en ruinas que nos presenta la autora, la sangre habla… a quien sabe escucharla. Quien sabe escuchar obtiene la información y el poder, pero la sangre tiene también poder y voluntad propios y no es fácil dominarla…
Y es precisamente la sangre la que nos cuenta la historia del otro protagonista. No es una historia dulce ni amable, todo lo contrario. El pasado del protagonista es tan oscuro como su presente, aunque quizás un poco más clandestino. Y es que este es uno de los relatos más duros y descarnados que he leído últimamente. Nos habla de desechos de la sociedad, y de qué pasa con esos desechos cuando la sociedad colapsa, desaparecen el orden y la ley y solo sobreviven los más fuertes, los más despiadados.
El relato está ambientado en un mundo postapocalíptico, y todos conocemos el dilema de la supervivencia frente a la empatía. El personaje que sobrevive a toda costa, incluso sacrificando vidas ajenas, el que se deja llevar por la compasión y muere intentando ayudar a los más débiles, el héroe que consigue ayudar y sobrevivir… pertenecen ya al imaginario colectivo. De hecho, en muchas obras de este estilo los personajes aparecen definidos de forma un tanto maniquea: unos protagonistas que sobreviven en grupo, ayudándose unos a otros, tratando de conservar su humanidad, frente a unos villanos que aprovechan la ausencia de normas y control para medrar a costa de otros más reacios a deshumanizarse.
Pero en este relato Cristina Jurado va más allá. No nos plantea el ya manido dilema entre supervivencia y humanidad. Ese tema ya está resuelto desde la primera página. El protagonista es el desecho de una sociedad enferma. En el mundo reglamentado y normalizado de nuestra sociedad probablemente habría sido considerado un sicópata de manual, víctima de abusos y maltrato en su infancia, y abocado desde su nacimiento (si es que logra sobrevivir) a moverse en el inframundo de la delincuencia (un mundo que Cristina retrata de forma magistral, con toda su sordidez, en apenas un par de párrafos).
Pero entonces llega el fin del mundo, desaparecen la ley, la policía y la moral, se instaura el sálvese quien pueda, y quien puede salvarse son precisamente aquellos que llevan toda la vida salvándose a sí mismos. Sobreviven al fin del mundo los que llevan sobreviviendo desde sus comienzos. Y así los desechos de nuestra sociedad dejan de serlo para convertirse en miembros de pleno derecho de otra sociedad, y precisamente el más perturbado es el que se erige en líder mesiánico y dirige los destinos de la manada.
Así que la pregunta que plantea Cristina con este relato (al menos la que yo me hago después de leerlo) no tiene que ver con humanidad frente a supervivencia. Creo que tiene más que ver con la definición de enfermedad o trastorno mental. Si un perturbado de nuestra sociedad puede convertirse en líder de una sociedad distinta ¿hasta qué punto nuestra idea de lo que es un trastorno mental no está condicionada por “lo socialmente aceptado”? En este relato la pregunta se plantea a través del ejemplo más extremo (no creo que ninguna sociedad menos extrema que la del fin del mundo llegara a aceptar el comportamiento del protagonista como “sano” o “ético”). Pero ¿qué pasa si recorremos la historia de los trastornos mentales y la ponemos junto a los cambios experimentados recientemente en nuestra sociedad?
Ni soy experta en la materia, ni estoy capacitada para acometer una labor de investigación sobre el tema. Pero así a bote pronto se me ocurren algunos ejemplos que hoy nos parecen aberrantes. La homosexualidad estuvo incluida en el catálogo de enfermedades mentales hasta los años 70. En los años 50 alguien ganó un premio Nobel de medicina por “curar” algunos trastornos a base de lobotomías. Hasta mediados de los 80, en nuestro país aún se encerraba a los “locos” en manicomios.
Si la sociedad ha sido capaz de avanzar desde considerar “poseídos” a las personas con comportamientos incomprensibles según la norma, para luego llamarlos “enfermos” y más adelante “trastornados”, ¿quién sabe?. A lo mejor dentro de algunos años nuestros actuales trastornados serán líderes de movimientos revolucionarios, artistas de culto o pioneros del pensamiento divergente.
Valoración
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9/10
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Qué reseña tan bien escrita y tan fundamentada de un cuento que no he leído pero estoy deseando devorar. Cristina jurado es una asignatura pendiente para mí y Consuelo me ha dado las armas para enfrentarme a esta historia.
Gracias, un grandísimo abrazo.
Muchas gracias, Archange. El relato seguro que no te dejará indiferente. Y de mis armas no te fíes, son muy personales. A lo mejor tú tienes otras distintas y tu interpretación no se parece en nada a la mía. Eso es lo bueno, ¿no?