Había un tiempo y un lugar donde podías ir a la cárcel. Había un lugar y un tiempo donde nunca te iban a publicar eso. Hay lugares dónde aún es ese tiempo. Lugares lejanos, o lugares más cercanos de lo que queremos creer, aún hay editoriales donde presentarles un protagonista LGTBI+, incluso un personaje algo relevante, es sinónimo de rechazo inmediato, o de un “cámbiame eso por algo más normal”.
Dentro del #LeeOrgullo, hoy seguimos hablando de personajes LGTBI+ en la literatura, en concreto, en las obras finalistas al Ignotus de este 2019. Si en el anterior artículo os presentamos a todos esos protagonistas y os explicamos de dónde nacieron, hoy vamos a ver desde dónde las autoras los han creado y cómo podemos aprovechar las características de la literatura fantástica para ello.
Como hemos vivido en esos lugares y momentos que planteaba antes, tenía dudas sobre si las autoras pensaban en ello cuando creaban personajes. Rafa de la Rosa creo que nos sitúa bien ese punto de partida entre la consciencia y la creación fluida de los personajes: “Las personas que me rodean son todas diferentes unas de otras, así que las personas que aparecen en mis textos también. No todas son rubias, no todas son altas y no todas son cis heterosexuales. Pero claro, elegir las características de un personaje es algo totalmente inconsciente. No añado más personajes LGBT igual que no añado personajes bajitos, cada personaje es como es.”
Nos explica Cristina Jurado que nunca se ha planeado crear un personaje con una determinada orientación o identidad sexual: “Son los propios personajes los que aparecen fuera de la heterocisnormatividad.” Y la razón, dice, es muy simple: “Me muevo en los márgenes de los géneros y por ello mis historias son poco convencionales con personajes, igualmente, fuera de las convenciones. Por tanto, no se trata de una búsqueda consciente sino de la forma en la que las ideas brotan en mi mente, con personajes complejos, muchas veces marginados, fuera de contexto, incomprendidos, o directamente personas que están mutando.” Estaremos de acuerdo en que Cristina no se mueve en lugares comunes en sus novelas. Otra que escribe fuera de lo común es Nieves Mories, nos exlica que en ningún momento se menciona la orientación sexual de Isi, su protagonista, porque no es necesario: “Aparece en la trama de forma natural. En su despertar al mundo físico, por llamarlo de alguna forma, ama a otra chica. En su despertar espiritual como ‘Cordero de Dios’ se ve obligada a abandonar toda carnalidad y abrazar la virtud, pero sin dejar de amar. Y el Agnus Dei ama a todos, sin importar cómo sea el cuerpo que les envuelve. Mis historias no están demasiado alejadas del mundo real, así que la sociedad es la que es, esta que tenemos, aunque me gusta ponerla patas arriba. Casi todos mis personajes son deliberadamente ambiguos sin perder la naturalidad y sin dar explicaciones. Mis historias fluyen e, igual que nadie debe pedir explicaciones a otros de cómo vivir su vida ni qué elecciones tomar, mis personajes no van a dar esas explicaciones. No necesitan justificarse para ser lo que son.”
Manu P. Moles defiende también que las condiciones queer de los personajes aparecen porque existen: “No son el centro de la trama, no son la motivación de la historia. Son relatos que hablan de otras cosas (las que sean), donde sus protas no son cisheterosexuales, al igual que sí lo son en el 99% de las obras que existen. Existir sin pedir permiso o justificación.”
Javier Quevedo Puchal nos explica que él empezó a escribir esos personajes con toda naturalidad “porque yo mismo soy homosexual”. Aunque es interesante cómo ha ido ampliando su perspectiva, exigiéndose cada vez un poco más: “En mi opera prima, El tercer deseo, el protagonista era esencialmente un alter ego mío, que representaba de forma casi literal mi perspectiva como joven gay en aquel momento. Pero con cada nuevo libro he ido un poco más allá, a menudo buscando mostrar esa diversidad. En Cuerpos descosidos, uno de sus protagonistas era un chapero bisexual (dos ámbitos en los que mi experiencia personal directa es tirando a nula). Y en Ojos verdes, negra sombra, como te decía, una de las protagonistas (si no la verdadera prota) es una coplista lesbiana.”
Rocío Vega plantea un punto de partida similar, desde lo que es ella: “Para mí es muy importante que mis personajes sean queer (usando el término paraguas para la comunidad LGBT+) porque yo lo soy y quiero que los lectores queer se sientan en casa al abrir mis libros. No me gusta tener que justificar mi identidad o mi estilo de vida, así que aplico esa máxima a lo que escribo. Mis personajes no salen del armario porque nunca han estado dentro. Pero, al mismo tiempo, me niego a considerar lo queer como un accesorio que podamos quitar o poner al personaje.”
En un sentido similar escribe Laura S. Maquilón: “Puede que en el pasado fuera más consciente de la inclusión de personajes LGTBI+, pero ahora soy del todo inconsciente. Soy yo, son mis amigues, son el mundo en el que me muevo y en el que espero seguir moviéndome con mucha más libertad (si la democracia nos deja). La cisheteronormatividad ya no me es normal.” Y Ana Morán Infiesta va un poco más allá: “Lo que me parece irreal hoy en día es escribir una obra más o menos larga, donde muestres la vida personal de tus personajes, y todos respondan a un patrón cisheteronormativo.”
Nieves Delgado nos explica que ella busca conscientemente los personajes no normativos y la diversidad: “Si tú no aclaras de alguna forma que un cierto personaje es homosexual, por ejemplo, entonces en la mente de quien te lea, ese personaje será heterosexual. ‘¿Y qué importa, si su condición sexual no influye en la trama?’, me podrías preguntar; pues claro que importa. Si no nombras explícitamente a los personajes homosexuales, tu texto se estará ciñendo a la norma, aun cuando en tu cabeza no sea así, porque ser heterosexual Es La Norma. Así que si muestras a un gay para que haga ‘cosas de gais’, o no lo muestras porque ‘no es necesario para la trama’, o porque ‘yo ya sé que es gay, no necesito decirlo’, no estás normalizando. Los personajes no normativos tienen tanto derecho a estar en una novela como los rubios, por poner un ejemplo. Nadie pide una justificación de por qué un personaje es rubio, ¿por qué habría que justificarlo si es gay? Hay que meter personajes no normativos, aunque solo sea por una razón; porque si no los metes, estás reforzando la norma. Y tener una norma no estaría tan mal si esta no hubiera causado tanto y tanto dolor a los largo de la historia.”
Aranzazu Serrano nos dice que tenía clara una cosa: “No quería víctimas ni victimización. Para mí era importantísimo mostrar la más absoluta naturalidad de mis personajes LGTBI+. Su personalidad es atractiva y poderosa por sí misma, y si les gustan los hombres o las mujeres es intrascendente para la historia. La sociedad en la que viven es completamente libre en ese sentido: ninguno de mis personajes sufre discriminación por quién eligen a la hora de irse a la cama. Se dice que la fantasía no tiene fronteras; la sexualidad y el amor tampoco las tienen, al menos para mí, por eso ‘Neimhaim. El azor y los cuervos’ es un canto al amor libre, sin etiquetas ni barreras.” Y Víctor Guez nos recuerda nos recuerda que la no normatividad afecta también a otros colectivos: “mostrar esta diversidad pasaba también por mostrar la de las personas con diversidad funcional que, aparte de tener una discapacidad, viven su sexualidad como lo haría cualquier otra persona: se enamoran, se ponen nerviosos, flirtean… Hay más realidades aparte de la cisheteronormativa y es importante mostrarlas todas.”
Esas premisas de no victimización, de empoderamiento, de, como decía Manu, “existir sin pedir permiso” las encontramos en estas obras. Yo, personalmente, sigo teniendo un debate interno entre si debemos aprovechar la literatura para reivindicar situaciones de opresión de la literatura, o si debemos transmitir situaciones completamente normalizadas. Nieves Delgado me responde a ello: “Hay una corriente dentro de la literatura que considera que si muestras un personaje no normativo, este debe estar justificado por algún motivo. Como si dichos personajes no pudieran simplemente existir. Dentro de esa corriente se los suele mostrar como elementos exóticos, acompañados de estereotipos que refuerzan por completo ese exotismo, o bien como personajes atormentados o con algún tipo de conflicto derivado de su condición no normativa. En el primer caso se realiza un acto de exhibición, mientras que en el segundo se puede estar llevando a cabo incluso un ejercicio de concienciación, pero en ninguno de los dos casos se normaliza. Lo que yo persigo es justo lo contrario.”
Nieves Delgado me ha ayudado a poner nombre a mis dudas internas: la concienciación frente a la normalización. La exhibición no nos interesa a ninguna. Puede que sí, que concienciar y normalizar no puedan ir a la par, pero creo que debe haber lugar para ambos en la literatura, cumpliendo esas dos funciones. Así que vamos a la siguiente pregunta, ¿el fantástico es el lugar donde mostrar esa plena normalización, o también una oportunidad para poder concienciar sobre prejuicios y opresión? Dejo que sea Nieves Delgado quien nos responda primero: “Desde luego que son los géneros más apropiados. Porque tú, quien escribe, eres quien pone las normas, no solo de la historia que vas a contar, sino de la estructura misma de esa realidad particular. Puedes mostrar lo que sería un mundo sin discriminación o, todo lo contrario, cuáles serían las consecuencias de una acción discriminatoria llevada al límite. Ambas son herramientas de exploración y pueden ser también herramientas de concienciación. Puedes incluso darle la vuelta a la norma y mostrar cómo todo lo que creemos incuestionable no es más que el conjunto de consecuencias de un pacto social que acatas pero que nunca has llegado a aprobar. Nos las meten dobladas y bien dobladas. Hay obras deliciosas que se dedican a desmontar todo ese entramado que hemos asumido porque sí, porque nunca nos dijeron que podía ser de otra manera. Son obras de ingeniería social inversa que nos ayudan a ver cómo somos en realidad. Y saber cómo somos es el primer paso para cambiar algo en nosotros, si es que lo queremos hacer.”
Aranzanzu Serrano nos recuerda que “lo paradójico es que siendo la fantasía y la ciencia ficción un campo tan fértil para mostrar sociedades abiertas, plurales y tolerantes, suelen reflejar los mismos prejuicios que nuestra sociedad. En el campo de la fantasía, por ejemplo, todavía hoy pesan demasiado los arquetipos medievales y sobre todo la idea del héroe heteronormativo (masculino, de raza blanca, heterosexual) que hemos heredado del romanticismo del XIX.” Así que ella ha optado por romper con los clichés: “En mi caso, Neimhaim refleja poderosamente la cultura vikinga, pero dado que es un mundo de mi creación me he tomado la libertad (porque puedo hacerlo) de que sea una cultura paritaria al 100% entre hombres y mujeres y que no haya discriminación de tipo sexual. Al contrario de lo que muchos piensan, los vikingos no eran en absoluto una sociedad paritaria. Es cierto que las mujeres vikingas gozaban de algunos derechos más que las mujeres cristianas de su tiempo, pero estaban excluidas de muchos otros privilegios, por ejemplo, el de poseer un arma (que solo podían manejar en muy raras excepciones). Y aunque no se sabe cómo era recibida la homosexualidad entre los vikingos, sí sabemos que comparar a un hombre con una mujer, o llamarle ‘maricón’, era uno de los más graves insultos que existían entre los nórdicos, y quien injuriaba de esa forma se jugaba la vida. Como la fantasía es un universo abierto e infinito, yo me tomo la libertad de hacer de mi mundo un mundo mejor, inclusivo y paritario.”
Por su lado, Cristina Jurado considera que lo que el fantástico realmente hace es, más bien, reflejar los prejuicios existentes: “Creando realidades ‘imposibles’ podemos poner de manifiesto con fuerza y eficacia las arrugas de la sociedad. En mi caso, intento sacar a la luz nuestras contradicciones, nuestros errores, aquello que queremos mantener oculto, que maquillamos, que tratamos de borrar pero que permanece, que se cuelga de nosotros, porque lo tenemos incrustado en nuestro ADN. Los personajes LGBTI+ me ayudan a eso.”
Laura S. Maquilón nos habla de cómo podemos buscar otros tipos de discriminación gracias a los géneros no realistas: “En La Tierra Fragmentada, por ejemplo, las trazas de racismo no son tan notorias como la opresión por tener poder sobre la energía de la Tierra, y eso sirve a su vez para denunciar muchos tipos de discriminación actual, sobre todo la racista.” Y nos recuerda que “conviva sin problemas gente con distintos tonos de piel o con orientaciones sexuales diversas no convierte el mundo en el universo de la piruleta.”
Rocio Vega considera también que no hay por qué eliminar por completo las opresiones sistemáticas: “A veces se pueden transformar para hacer una crítica feroz a ese sistema, como hace Jemisin en su trilogía de La tierra fragmentada. La cuestión, creo yo, es pararse a evaluar las opresiones sistemáticas que trasladamos a nuestra ficción y el por qué. Mis mundos carecen de una opresión sistemática del colectivo LGBT+. De hecho, en el caso de La Compañía Amable, se trata de un mundo binormativo en el que se espera que a la gente le atraiga más de un género y las identidades trans se aceptan sin demasiado problema. En LCA no quiero hacer un comentario ni una crítica feroz a la LGBTfobia, quiero que mi identidad no tenga nada de particular, que sea absolutamente normal. Pero el mundo de LCA está lejos de ser idílico y las personas bisexuales (y homosexuales, y trans, y cishetero) que lo habitan son profundamente imperfectas, contradictorias y a veces crueles.”
Rafa de la Rosa nos recuerda algo que debería ser obvio, y a veces no lo parece: “A ver, no se les llama ficción especulativa por nada. Y hablo de especular en el sentido amplio, especulando con lo que podría pasar incluyendo magia, avances científicos o terrores inimaginables. Y dentro de la especulación que caracteriza estos géneros podemos también sumergirnos en posibles cambios sociales. Felicidad Martínez hace una gran especulación social en sus obras, creando dinámicas extrañas en sociedades extraterrestres. ¿Por qué no íbamos a poder especular con cosas más simples como la aceptación de personas LGBT sin ningún tipo de problema?”
Manu P. Moles cree que en el fantástico es más fácil porque a la gente le resulta más fácil creerlo, pero alerta que “aun así, la gente sigue viendo más fácil nuevas leyes de la física, magia o dragones que una sociedad sin machismo o con un rey maricón, por ejemplo.” Nos alerta también que puede ser un arma de doble filo: “puede usarse este discurso para decir ‘pues que se queden esos personajes ahí’. Y no. Hay que reivindicar la aparición de estos personajes en las novelas realistas e históricas, porque el mundo real y la historia está llena de estas personas. Solo hay que dejar la opresión a un lado y conocer sin prejuicios.”
Javier Quevedo Puchal cree que las representaciones utópicas son un poco peligrosas justo en estos momentos: “Hoy en día ya hay muchas voces que defienden de forma más o menos directa (y más o menos irresponsable, bajo mi punto de vista) que vivimos en la mejor de las sociedades posibles, que el Orgullo Gay ya no es necesario, que estamos mucho mejor que hace veinte años… Por desgracia, la realidad aparece una y otra vez para desmentir que estemos en ese mundo soñado que nos quieren vender, de modo que no sé qué pensar de una corriente literaria que esconde los problemas debajo de la alfombra como si no existieran, por mucho que sea ficción. O lo mismo se me escapa algo, no sé. Pero, para aprender de los errores pasados y presentes, y prevenir los futuros, siempre me resultará más interesante una distopía escalofriante, en plan El cuento de la doncella, que una utopía donde ya está todo superado. Por mi parte, no recuerdo haber escrito ninguna novela donde la homofobia no esté, de un modo u otro, presente. Es algo que vivimos en nuestras carnes a diario y, francamente, yo no veo cómo fingir que no existe. Tal vez lo más cerca que he estado de dibujar una sociedad donde la homosexualidad no tiene mayor importancia es Todas las maldiciones del mundo. Pero incluso allí menciono en un momento dado un movimiento gay que promueve nada menos que la vuelta al armario. Activismo queer liberal, lo llamarían algunos hoy en día.”
A nivel personal, creo que las que escribimos fuera de los géneros realistas tenemos esa oportunidad de evidenciar esas opresiones sistemáticas que nos decía Rocío. Podemos hacerlo exacerbándolas para crear consciencia, podemos metamorfosearlas y hablar de ellas con recursos metafóricos, podemos construir sociedades igualitarias como faro de esperanza. Creo que necesitamos de todas ellas, porque todas comparten algo, esa consciencia por lo que luchamos.
Por cierto, estas son las obras finalistas en los Ignotus 2019 de nuestras autoras entrevistadas en el #LeeOrgullo:
Novela
- Bionautas, de Cristina Jurado(editada por Cerbero) (Reseña)
- El azor y los cuervos, de Aranzazu Serrano Lorenzo(editada por Fantascy) (Reseña)
- Ojos verdes, negra sombra, de Javier Quevedo Puchal(editada por Dilatando mentes) (Reseña)
Novela corta
- Agnus Dei, de Nieves Mories(editada por Cerbero) (Reseña)
- UNO, de Nieves Delgado(editada por Cerbero) (Reseña de Esteban Bentancour, artículo sobre UNO e infodumping, artículo sobre UNO y la frustración del lector)
Antología
- Iridiscencia, de varios autores(editada por La maldición del escritor) (Reseña)
- La compañía amable, de Rocío Vega (editada por Cerbero) (Reseña en Libros Prohibidos). También candidata en la categoría de Mejor Cuento: Por una amiga (en la antología La compañía amable) y en Mejor Producción Audiovisual, por el audiorrelato del mismo título, con Carlos Velilla.
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