- Datos del libro
- Título: Götterdämerung
- Autora: Mariela González
- Editorial: Héroes de Papel
- Colección: Stories
- Nº páginas: 455
- Idioma: castellano
- Formato: rústica con solapas
- Leído: octubre 2018
- Enlace de compra: Héroes de papel
Allá por el verano, reflexionando sobre la visibilización de las escritoras y su escasa representación en ciertas categorías de premios nacionales, decidí buscar y leer novelas de género de autoras españolas. Como soy economista y lo de buscar la eficiencia en todo se me da bien (en realidad es que me sale sin pensar) limité mi búsqueda a novelas publicadas en 2018, y por lo tanto nominables a los Ignotus del año que viene, y las fui acumulando para leerlas este mes de octubre y participar así en la iniciativa #leoautorasoct.
Una de las primeras que me recomendaron (muchas gracias a El caballero del árbol sonriente, que está en todo) fue este pedazo de novela (455 páginas) de Mariela González. Para mi vergüenza, debo reconocer que no había leído antes nada de esta autora, ni siquiera sus Historias del camino, sobre la que sí leí muy buenas críticas y reseñas en distintas webs. Pero nunca es tarde para subsanar errores, y aquí estoy con esta reseña de Götterdämerung, lectura que disfruté mucho y primera de mi mes de leer autoras.
Lo primero que tengo que decir es que la sinopsis del libro no le hace justicia:
Europa, principios del XIX. Una época de cambios, de sentimientos encendidos que afloran en forma de nuevos ideales. Aunque lo cierto es que las cosas comenzaron a ser diferentes mucho antes: el día en que se abrieron los Senderos, los seres feéricos empezaron a convivir con los humanos, y los mismos dioses reclamaron su lugar como gobernantes legítimos de las naciones del continente.
Viktor DeRoot, como tantos otros poetas y artistas diletantes, busca su fortuna en Heidelberg. Pero hay algo que le diferencia: es uno de los pocos que saben emplear la Alta Poesía, la disciplina capaz de convertir los versos en herramientas para manipular la realidad. Es por ello que tiene una visión muy diferente del mundo que le rodea… bueno, y quizás también por llevar en su ojo derecho el corazón de su amigo Gus, un trasgo de Galiza. El mismo que guarda el alma de Viktor en un tarro vacío. Cosas que pasan en una noche cualquiera, en un encuentro casual.
La Alta Poesía es un conocimiento preciado y peligroso a partes iguales, y por mucho que Viktor quiera mantenerse alejado de ella y rehuir los errores de su pasado, se verá envuelto en intrigas, traiciones y juegos de máscaras que le obligarán a asumir un papel que nunca hubiera imaginado para mantener el orden del mundo.
Digo que no le hace justicia porque, al leerla, yo me hice una idea equivocada de lo que iba a encontrar en este libro. Si soy sincera, creía que iba a ser “más de lo mismo”: un mundo de fantasía donde hay una forma de magia nueva (la Alta Poesía) que en realidad no añade gran cosa a todo lo que ya está escrito sobre formas, fuentes y modalidades mágicas.
Y, efectivamente, una vez que terminé el libro, más o menos confirmé esa impresión. La Alta Poesía es una forma más de magia, sí, pero es que la originalidad de Götterdämerung no reside en ella y hay muchos otros aspectos destacables de la novela, más allá de la innovación o no que supone usar las palabras (o el arte) como fuente de magia. Así que os voy a contar lo que más me ha gustado de este libro y, quizás al final, comentaré algún aspecto que me parece que podría ser mejorable.
Lo primero que hay que decir es que Götterdämerung contiene una historia muy bien escrita y muy bien contada. Está bien escrita, con una prosa ágil y muy llevadera, que se agradece mucho cuando se está leyendo una novela de cierta longitud. No solo eso, también está narrada en un tono desenfadado, con situaciones y diálogos cargados de humor, que es otra de las cosas que, en mi opinión, añaden valor a las historias (y diversión al placer de la lectura, que no es poco). En este sentido, Mariela González ha sabido aprovechar muy bien la idiosincrasia propia de sus personajes, de los que hablaré más adelante. Y está muy bien contada, con giros argumentales que sorprenden y mantienen la tensión narrativa y, por tanto, el interés del lector, con pequeños incisos en forma de prólogos a las tres partes que componen la novela y que van sembrando pequeñas pistas sobre personajes o acontecimientos que cobrarán su relevancia más adelante. Son 455 páginas (ya lo he dicho, ¿verdad?) que me leí en solo dos días, un par de tardes tranquilas. Ese es el nivel al que llega a enganchar esta historia.
Más allá de su argumento, Götterdämerung tiene muchos otros elementos que le aportan valor añadido. Uno de los que más me sorprendió es el mundo en el que se desarrolla la historia. Es nuestro mundo, nuestra Europa de principios del siglo XIX, de manera que los escenarios son fácilmente reconocibles, así como algunos personajes históricos, literatos y pensadores que se citan. La única diferencia (y no es pequeña) es esa “apertura de los senderos” que se menciona en la sinopsis, y que marca un punto de inflexión en la historia. Además, creo que de forma intencionada, se sitúa en 1453, año de la caída de Constantinopla ante el imperio otomano, y fecha que marca el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. La entrada de dioses y otros seres feéricos es la que marca el cambio de época en esta novela y, aparentemente, es precisamente el gobierno de los dioses el que inicia a Europa en el camino de la modernidad. Aunque Götterdämerung no es exactamente una ucronía, casi me atrevería a llamar a ese momento punto Jonbar. A partir de él, el mundo y la historia que conocemos cambian. Y cómo.
Lo que ocurre es que “los seres feéricos comienzan a convivir con los humanos, y los mismos dioses reclaman su lugar como gobernantes legítimos de las naciones del continente”. Y ahí es donde la autora, en mi opinión, hace un alarde de imaginación y amplios conocimientos de las leyendas y mitos de prácticamente todas las culturas, europeas y no europeas. Nada de duendes, hadas ni elfos. Mitología sacada de la cultura popular. En Götterdämerung encontramos dioses griegos y nórdicos, sí, pero también, y sobre todo, criaturas legendarias procedentes de las culturas y tradiciones más variopintas: ifrits y djinns árabes, banshees irlandesas, la Tarasca de nuestras procesiones, trolls, lobisomes, yokais y otras criaturas procedentes de Japón, mitos polinesios, súcubos, arpías, silfos… enumerarlos todos se hace imposible. Sin embargo, cómo no mencionar el personaje que más me tocó el corazoncito, el trasgo, aunque sea un trasgo de Galiza y no un “trasgu” astur, pero ambas mitologías tienen evidentes raíces comunes y sus personajes son muy parecidos (gallegos y asturianos, primos hermanos, incluyendo los trasgos).
Precisamente Gus, el trasgo de Götterdämerung, se convierte rápidamente en uno de los personajes preferidos del lector (al menos de esta lectora, y no solo por su parentesco con mi tierrina). Como todo buen trasgo es un tanto alocado e irresponsable, hedonista y caótico, y buena parte de la carga humorística del libro corre a su cargo. El inicio de la novela es realmente memorable. El propio Gus se convierte en narrador para contarnos cómo su atolondramiento les pone a él y su amigo Viktor en una situación apurada, y a pesar de la gravedad del asunto, nos hace reír a carcajadas.
Otro de los aciertos de la novela es la forma en que se introduce al lector en este mundo familiar al mismo tiempo que extraño. Desde el primer momento de la narración descubrimos seres mitológicos en las situaciones más cotidianas, alternando en tabernas, conviviendo con total naturalidad con los humanos, que parecen haber aceptado sin problemas el nuevo orden de las cosas. Aunque no todo está tan normalizado como parece en un primer momento. A lo largo del libro hay pasajes que sugieren que aún existe un miedo ancestral hacia lo diferente (natural, por otra parte) a pesar de los siglos transcurridos desde la apertura de los senderos, hasta el punto que los recién llegados deben “disfrazarse” de humanos para no ser rechazados de forma directa. Así, la vida en este nuevo mundo tiene una apariencia de convivencia plácida que, en el fondo, no lo es tanto, como se irá descubriendo a lo largo de la trama.
Y precisamente ese es uno de los dos aspectos en que creo que la novela podría mejorar. En algunos momentos nos deja entrever conatos de rebelión, movimientos de repulsa contra el orden establecido, contra esos dioses gobernantes que actúan como dictadores benevolentes, pero dictadores al fin y al cabo (y eternos) que me parecieron muy interesantes, pero… es un tema que queda ahí, meramente apuntado, y no se llega a cerrar. A pesar de la extensión del libro (¿he dicho ya que son 455 páginas?), personalmente hubiera agradecido un poco más de profundidad en ese aspecto. Por supuesto, es cuestión de gustos, seguramente otros lectores no lo echarán de menos. O quizás, con suerte, la autora está pensando desarrollar este hilo argumental en una segunda parte…
El segundo punto que quizás me ha restado un poco de entusiasmo por el libro es el final. A lo largo de la historia, los acontecimientos se van precipitando, la situación cada vez se complica más, intervienen más y más personajes, todos con papeles relevantes. El grado de emoción llega casi al paroxismo… y el final me pareció un poco abrupto. Es meramente una opinión personal, y seguro que en otras reseñas leeréis opiniones diferentes. En cualquier caso, es un libro muy recomendable: entretenido, divertido y original.
Valoración
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7.5/10
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