Escritores en vías de extinción
Hay un tipo de escritor (varón) cuya época ha pasado ya, aunque él todavía no se ha enterado.
¿Os acordáis de los médicos de antes, aquellos que estaban endiosados, a los que había que tratar con reverencia y desde la sumisión? Supongo que quedarán algunos por ahí, pero cada vez menos. La renovación en edad y la feminización de la profesión médica han contribuido a bajar los humos, a descastar la casta. Este era un país de castas, frecuentes en las dictaduras. Alguien me dirá que de eso hace ya mucho, alguien rebatirá que, por el contrario, perduran, pero os aseguro que ni punto de comparación.
No es que en España haya habido un fervoroso amor por la intelectualidad, la creación literaria y el arte, aunque a los nacionalismos siempre les gusta vanagloriarse de sus talentos patrios. No obstante, hace tiempo, había escritores que se creían algo. Pensad que era un oficio con muchos menos candidatos que ahora. Y menos aún eran los que lograban sobresalir: en su gran mayoría, varones. En aquel conjunto de creadores había, no cabe duda, todo tipo de personalidades, comportamientos, formas de pensar y de escribir.
La literatura ha cambiado mucho, casi se puede decir que radicalmente, debido a toda una serie de factores: el uso de ordenadores, que facilitan la escritura; el mayor número de canales de publicación, más allá de las editoriales en papel; la también mayor cantidad de opciones de difusión de la propia obra; la burbuja literaria; y, como he mencionado antes, las nuevas generaciones y la entrada masiva de mujeres en el oficio.
Ahora, todas y todos los que escribimos deberíamos reconocer que hay tanta gente dedicándose a esto que somos una gota de agua en un océano. Nada más. Para destacar hay que escribir muy bien, muy bien, muy bien, y a veces ni siquiera resulta suficiente. O hay que tener un gran éxito comercial, al que llegan cada vez menos autores.
Por eso me sorprende tanto que subsistan escritores (fundamentalmente varones) que siguen manteniendo una actitud engreída, sobrada, prepotente, petulante, soberbia, vanidosa, cuasi sinónimos innecesarios pero los utilizo para enfatizar y mostrar cómo se presentan ellos ante el mundo.
Voy a destacar dos tipos dentro de los anteriores: los llamaré el Displicente y el Gañán. El primero se caracteriza por su fina ironía, sus aires de grandeza y su estilo relamido, siempre con un tonillo repelente de superioridad, y por una clara tendencia a explicárnoslo todo, sobre todo a las mujeres. El segundo es más zafio, más bruto, más de exabrupto y machistada bronca, más de vísceras y testículos, de gruñido soez. Puede haber híbridos de ambos, por supuesto.
Tengamos antes en cuenta:
- El patriarcado, por si alguien lo ignora, no ha educado ni educa igual a los varones que a las mujeres. A los primeros les ha fomentado mucho más el ego personal, sean inteligentes o lerdos, aunque también los ha convertido, con frecuencia, en personas inmaduras para ciertos menesteres como las relaciones humanas. Se me dirá que eso es culpa de madres y abuelas, que los educan directamente. Sí, pero ninguna estructura de poder se mantiene sin la colaboración de una gran mayoría de la parte oprimida. El porqué de esa colaboración imprescindible, que se da en todas las opresiones, es otro tema, pero baste saber que los principales beneficiados y privilegiados del orden patriarcal son los varones, no las mujeres.
- Además, el patriarcado y el machismo tienen formas de manifestarse tanto burdas como sutiles. Están aquellos que se sienten superiores a las mujeres, las menosprecian, las agreden o hasta las matan. Y, por otro lado, tenemos los comportamientos menos patentes pero igual de dañinos, negacionistas, eso que se ha llamado neomachismo –se puede buscar en Google–. En todo caso, ambas actitudes y tipos de individuos huelen a kilómetros. Apestan, pero…
- Pero el problema, y esto no afecta solo a los varones, es que los seres humanos tenemos una enorme dificultad para aceptar, o incluso simplemente ver, nuestros defectos y errores, y hasta para reconocer nuestra ideología cuando sabemos que atenta contra el más elemental decoro y los derechos humanos.
Pues bien, estos hijos de Paco Umbral, Javier Marías o Arturo Pérez Reverte no son ya mayoría y, sin embargo, continúan haciendo mucho ruido. Y es que, dado el panorama actual de masificación de la escritura, necesitan llamar la atención para destacar un poco. Por eso eligen el papel de provocadores. Los hay que escriben bien y todo, pero otros no llegan ni a eso, con lo cual tienen que ser más cerriles todavía. Unos y otros repiten las mismas ideas machistas (o/y clasistas, racistas, homófobas, tránsfobas) de toda la vida, pero las presentan como «políticamente incorrectas». Se creen rebeldes, transgresores, subversivos, críticos, ácidos, pero son, simplemente, un pilar más del sistema. Son el orden rancio, el pasado, la España más tenebrosa.
A ver, yo no pretendo ni que todos los autores y autoras sean feministas ni que nos ofrezcan una escritura excelente y ética. Para nada. Ni siquiera tienen que ser buenas personas. También los lectores de forocoches necesitan sus ídolos. Solo aviso de que son lo que niegan (machistas), no son lo que creen (iconoclastas y rompedores) y están en vías de extinción.
Ojo, que enseguida hablarán de censura y libertad de expresión, y no tardarán en hacerse las víctimas. Nunca van a aceptar su propia ranciedad. La decadencia es lo que tiene. Acordaos de lo que pasó con los últimos de Filipinas, que estuvieron encerrados en una iglesia durante meses, manteniendo alto el orgullo en una guerra que ya había terminado. Esta guerra no ha terminado aún, bien lo sé, pero el Displicente y el Gañán tienen los días contados. Han dejado de poseer el control del canon literario.
Aunque yo esté justo ahora haciendo lo contrario a lo que voy a decir para terminar, lo cierto es que no merece la pena, queridas compañeras mías que sufrís a este tipo de individuos, queridos compañeros que los aguantáis también (porque no les va a gustar nada que otros colegas masculinos les lleven la contraria y les pongan en evidencia), no merece la pena hacerles mucho caso. Lo mejor es, sin duda, la indiferencia. No alimentar al troll.
El escritor Displicente y escritor el Gañán – Escritores en vías de extinción
Latest posts by Lola Robles (see all)
- El escritor Displicente y el escritor Gañán - 10 octubre, 2019
Estoy de acuerdo. Buen artículo. Pulgar arriba.
¡Gracias!
¡Olé!
¡Gracias por comentar!
Bravísimo artículo, aunque no comparto el optimismo de Lola Robles. Me gustaría pensar que, efectivamente, el Displicente y el Gañán tienen los días contados, pero no estoy tan segura. Tristemente queda mucho por hacer. Displicentes y gañanes quedan bastantes y encima hay muchos repetidos.
Exacto.
El artículo me resulta bastante pobre. Cae en los mismos errores que pretende combatir. Es hipócrita a más no poder, sobre todo al final cuando dice que no pretende que todos los escritores sean feministas, bla, bla. Claro que lo pretende. El pensamiento único y el menosprecio son sus armas. Se les reconoce por ese lenguaje de vendedor de biblias con palabros sacados del manual de la recalcitrante secta del lenguaje inclusivo. Pretenden que la lengua se convierta en un tren de mercancias lento, cargada de redundancias inútiles y de un complejo de culpabilidad que no le pertenece. La lengua es un instrumento y depende de quiien la use puede ser excluyente o no. Ahora va a resultar que el trabajo no sirve y que toda una vida dedicada a la escritura no son nada para esta autora. Con decir son rancios ya lo dice todo. Supongo que Cervantes es rancio también. Cela, que fue nobel otro rancio si viviera. Y así todo.
Excepto Umbral que no he leído nada suyo, los otros autores me parecen de una gran calidad. Quizás haya obras que me gusten más que otras, pero ya os gustaría a los nuevos escribir «El maestro de esgrima» o «Corazón tan blanco».
Precisamente, el artículo, habla de los nuevos.
De todas maneras, gracias por tu opinión.
A partir de ahora, a los herederos de los displicentes y gañanes los llamaré «los últimos de Filipinas» Queda dicho. Lo que no comparto es el optimismo de Lola: todavía queda muchísimo por hacer para que el tufo a naftalina se vaya disipando de nuestra literatura y en general de nuestra vida. Mi hematólogo, un hombre de casi 70 años es de la tribu displicente aunque no sea escritor y todo el hospital lo conoce como «el dios». Me consuela pensar que este tipo de estatus está en vía de extinción.
Muchas gracias y un gran abrazo <3
Cuesta quitar el olor a naftalina, sobre todo, de los libros.
Hay muchas otras clases de escritores en vías de extinción. Unos cuantos: “el negro, la novel, el académico, la bartleby, el pornógrafo, la suicida, el inédito (a menudo mudo), la profesional, el anónimo (siempre travestido), la popular, el zombi, la olvidada, el chabacano, la de raza (adicta a las máscaras), el comprometido, la de culto, el escritor para escritores, la maldita, el condecorado (la mayoría, por Francia), la dipsómana, el neurótico, la sabia, el ermitaño, la snob, el desaparecido, la blogoslava, el genial, la exiliada, el de derechas, la grafómana, el canalla, la buena, el feo y la mala”. Aparecen recogidos en cierto “Catálogo de lectores, escribidores y bibliotecas” (Miguel A. Moreta-Lara, CONTAR LAS CUARENTA, El Desvelo Ediciones, 2019).
«el Displicente y el Gañán tienen los días contados» Pues Pérez Reverte con su novela «Sidi» lleva varios días siendo el número 1 en la lista de novelas mas vendidas. No parece estar en extinción. Es de suponer que la autora de este comentario moral vende mucho mas que Pérez Reverte y que Marías.
Creo que la autora, en el artículo, no se refiere a Pérez Reverte (ni a Paco Umbral ni a Javier Marías), sino a escritores que tratan de emular sus actitudes, sin tener sus aptitudes, ni la misma calidad literaria. Esos son los que están en vías de extinción, siempre según la autora. Al menos es lo que yo he entendido.
Exacto, no habla de esos tres señores. De todas maneras, lo de vender y no vender, es un argumento de chichinabo. A ver qué autor/a español/a de género vende como Reverte.
Por cierto, Enrique Iglesias vende millones de discos y no afina una nota ni por casualidad.
Aquí el gañán os responde…
https://www.zendalibros.com/dejennos-escribir-idiotas/