LOS CUATRO GUERREROS. Durante este diciembre, en OC entrevistamos a cuatro autores de éxito que, además son amigos entre ellos. Os lo contamos aquí. Hoy, el primer guerrero: el hechicero hambriento perdido en sus pesadillas.
Conocí a Juan Cuadra primero como director de instituto, muy implicado en temas de integración y diversidad, que no como escritor. Imaginad mi sorpresa cuando supe sobre lo que escribe, me dio esa sensación del típico vecino que te sale parricida y comentas a la reportera de Ana Rosa que “era un señor simpático que siempre saludaba”. Porque Juan escribe fantasía urbana con personajes torturados y mucha, pero mucha sangre. Como decía Laura S. Maquilón en su reseña de La saga de la Ciudad en Libros Prohibidos “[nos encontramos] también una verdadera ola de violencia y atrocidades salidas de las mentes más retorcidas”
Juan, en confianza, esas “atrocidades salidas de las mentes más retorcidas” son sublimaciones de los conflictos con tus alumnos y compañeros profesores, ¿verdad?
Ojalá. Ojalá poder utilizar mis novelas para infundir temor y respeto, pero en mi caso la fachada escritor de horror tipo duro y malote dura muy poco. Lo que viene a ser diez minutos escasos, por mucho que me esfuerce en poner cara malvada en las fotos.
Corrígeme si me equivoco, en La saga de la Ciudad nos presentas un mundo onírico oscuro donde todo está permitido, que se traslada a la realidad, y donde toda esa magia se tiñe de sangre.
El comienzo, efectivamente, es un mundo onírico, pero que después se vuelve atrozmente real. Lo que subyace (vale, entre una buena ración de crudeza y escenas muy directas) es una premisa casi filosófica: en el mundo de las ideas, de los sueños, de las pesadillas, todo vale, porque es ficción. Pero en el mundo de lo real, toda acción tiene consecuencias. Y ahí damos el siguiente paso: ¿de qué es capaz el ser humano cuando se eliminan las reglas? ¿Nos contiene una moralidad real o simplemente el miedo al castigo? Creo que en una época de desinformación (la postverdad de estos días) y de un repunte importante del fascismo y la intolerancia, es necesario reflexionar sobre las cosas que podemos llegar a hacer como sociedad si no se ponen frenos, y ese es uno de los pilares de la Saga. Pero no nos engañemos, esto no es Ensayo sobre la ceguera, de Saramago; es una novela de magia urbana, en la que partiendo de esas premisas seguimos el camino de unos personajes (Sombra, Lucian, Siiri) que reflejan diferentes enfoques de la magia, y en los que el recorrido moral y el recorrido mágico tienen la misma importancia.
Consigues llegar a lugares difíciles, o eso se deduce de la pregunta que Aránzazu Serrano te formula: ¿Qué es lo más duro que has escrito nunca? Y ¿necesitas referentes para «ambientarte» emocionalmente?
Voy a empezar por el final, diciendo que sí, que como la inmensa mayoría de los escritores necesito referencias. Con lo cual las escenas más duras de la Saga de la Ciudad me temo que no parten de una mente retorcida (o no solo de ello), sino de un descenso al abismo de la realidad. Entre lecturas de informes de ONGs que denuncian torturas y relatos de crímenes de guerra, creo que he tenido documentación para tres o cuatro vidas. Después, la labor como escritor es tratar de dar forma a unos personajes que son capaces de algo así, hacerlos creíbles, crear la justificación mental que permite dar como válido lo totalmente inaceptable. Eso hace que, volviendo a la primera parte de la pregunta, no puedo decir que haya algo concreto que fuese más duro que el resto; fue más bien un desgaste continuo, que me exigió parar a mitad de El Libro de Lucian y abandonar la Ciudad un tiempo, construir otras historias más luminosas. Me gusta en ese sentido la frase de Nietzche, de que si mirar lo suficiente al abismo el abismo te devuelve la mirada, porque describe perfectamente mi situación en algunos momentos del proceso de escritura. No obstante, puedo decir que, como buen veterano de guerra, creo que he hecho un esfuerzo consciente por olvidar parte de los detalles de la historia. Ahora les toca sufrir a los lectores.
Y también crear historias más allá de lo que se esperaba en la fantasía urbana, o eso cree Concha Perea: ¿Cómo consigues que la fantasía urbana tenga a veces esos toques de épica que logras en La saga de la Ciudad?
Me gustan las historias épicas, de cualquier género. Soy de los que se le escapa la lagrimita con una buena batalla, heroicidades y sacrificios, desde la batalla de los campos del Pelennor hasta los Vengadores. Y cuando afronté el diseño de la saga tenía claro que todo tenía que conducir a un final épico. Es cierto que la fantasía urbana es un buen lugar para trabajar con antihéroes, y que eso encaja mucho con anticlímax o finales duros, al estilo de Hellblazer, por ejemplo, pero yo quería una historia grande, que es lo que me gusta leer. Así que me esforcé por ir tejiendo todos los hilos necesarios, dentro de un camino cada vez más oscuro, porque al fin y al cabo es en la oscuridad más profunda donde puede brillar más la luz.
La publicación de La saga de la Ciudad ha sufrido algo ya habitual en este país con las novelas en serie… quedó inconclusa, pero Insólita Editorial recuperó los dos primeros títulos en un volumen y publicó la conclusión.
Ese fue un golpe duro, porque me cogió a mitad del proceso de escritura del Libro de Lucian, y te hace replantearte muchas cosas. Sobre el mercado editorial en España, sobre el esfuerzo que requiere la escritura, sobre el tiempo que lleva escribir una novela y si vale la pena quitárselo a otras cosas. Pero ahí hubo una serie de personas que me mantuvieron en el buen camino: mi agente, sin la cual yo no estaría aquí ni tendría ánimos para pensar en publicar; Antonio Torrubia, incansable en su dedicación a que la literatura de género nacional tenga un espacio en las estanterías; y los compañeros de serie de entrevistas, que me dieron los empujones necesarios para no olvidar lo que me gusta escribir. Así que tras dos años de pausa, con toda la historia completa, finalmente todo el esfuerzo llevó a que apareciera Christian con Insólita Editorial, apostando por sacar la obra completa y ponerme en una magnífica compañía, entre Carlos Sisí, Becky Chambers y Charlie Jane Anders. Además, me dio la oportunidad de revisar el primer libro, lo cual nunca podré agradecérselo lo suficiente, porque me permitió reconciliarme con el yo que empezó a escribir la historia, que era muy diferente de la persona que la concluyó.
Ahora tocaría la típica pregunta de en qué estás trabajando ahora, pero David Gil la formula mejor: has escrito una trilogía de culto enmarcada en el género del terror/horror. ¿Te planteas explorar otros géneros dentro del fantástico?
Yo no me considero un escritor de horror. De hecho, en la pausa de El Libro de Lucian lo que escribí fue una novelita infantil-juvenil. Soy un escritor de fantasía que decidió empezar con una historia de horror y, mientras pueda sacar un dragón, me sentiré a gusto con el género que sea. Fantasía medieval, urbana, ciencia ficción. Lo malo de los que venimos de un pasado rolero es que no podemos dejar de pensar historias. Con lo cual ahora mismo estoy trabajando en dos proyectos diferentes, uno para público adulto y otro no tanto (tener en casa una superlectora de nueve años empuja mucho en esa dirección), ambos con mucha magia por medio y de lo que voy a definir un poco aleatoriamente como “fantasía histórica”. No puedo confirmar ni desmentir que vayan a salir dragones.
Antes de entrar en el Juan profesor, me han llamado en especial la atención las reflexiones en tu blog sobre el machismo en La saga de la Ciudad.
Escribir es una labor de aprendizaje, y mientras creaba la Saga de la Ciudad aprendí mucho en el teclado, pero también aprendí mucho fuera de él, y creo que es necesario plasmar eso en nuestras obras. Un escritor no debería vivir de espaldas a la realidad ni justificarse con “el arte”. Con lo cual yo aprendí mucho en esos años sobre mi machismo y el del mundo que me rodeaba, y sentía imprescindible hacer ese examen de conciencia. El horror (cinematográfico sobre todo pero también literario) se ha creado sobre presupuestos muy machistas, con la mujer como objeto y víctima continua. Así que necesitaba explicitar cosas, mirar un poco bajo la superficie para que las masculinidades tóxicas, la indefensión adquirida o esos recursos tan propios de la cultura de la violación quedasen evidenciados, no como algo anecdótico o gratuito, sino como algo que no se puede obviar, ante lo que no se puede apartar la mirada. Para mí era imprescindible por lo tanto trasmitir que la Ciudad es una crítica radical a aquello de lo que somos capaces, no un simple escenario. Y, como en las primeras partes no es evidente, porque estaba aprendiendo lo que quería transmitir realmente, de ahí la necesidad de aclararlo en el blog.
Una de las cosas que más me llamó la atención (creo que cuando fui consciente de ti) fue leerte en twitter hablando de un proyecto de diversidad LGTBIQ+ en tu instituto.
Esto nos lleva un poco a la dicotomía del principio, de pensar que los escritores de horror tienen que ser personas oscuras y malvadas. Mientras escribía las primeras partes de la Saga de la Ciudad, con toda la violencia sexual que contiene, en mi día a día me dedicaba a trabajar sobre feminismo, consentimiento y cultura de la violación con mis alumnos, y posteriormente eso se ha ido ampliando al tema de la diversidad, que creo que es ahora uno de los terrenos a conquistar en educación. ¿Y por qué me meto en estos jardines? Porque como escritor puedes contar cosas, pero como profesor puedes hacer cosas, y eso es mucho más importante. Yo puedo crear un personaje bisexual, como Lucian, o plantear diferentes visiones de la sexualidad y las relaciones, pero eso nunca tendrá tanto peso como ponerte delante de una clase y decir “pues este señor que descifró los códigos nazis, resulta que era homosexual y por eso le hundieron la vida”, o “cuando Juana Inés de la Cruz le escribe a la virreina alabando su belleza no es precisamente en un sentido heterosexual” o más aún “yo soy bisexual, sí”, sin más. Siguen haciendo falta referentes LGTB+ en todos los ámbitos, y sigue haciendo falta que los centros educativos sean espacios seguros en ese ámbito. Así que, como en Andalucía tenemos la suerte de contar con una ley de igualdad de trato y no discriminación LGTBI muy potente que me respalda, he podido pasar de profesor activista a director activista, y poco a poco voy arrastrando a más compañeros y compañeras del centro para ir empujando en esa dirección, intentado que una generación que podría ser mucho menos homófoba que las anteriores pueda llegar a serlo. ¿Y cómo se hace eso? Pues desde cosas pequeñas y necesarias como poner pegatinas arcoíris en mi despacho y en otras puertas importantes, a colgar la bandera en los días señalados o plantear unas jornadas de formación para alumnado y profesorado. Estamos en marcha, continuamente, porque los derechos por los que no se sigue luchando te arriesgas a que te los quiten.
Para terminar, Juan es profe de latín, posiblemente la asignatura de secundaria que más me gustó (durante 3 cursos, de segundo de BUP a COU). ¿Algún día conseguiremos volver a recuperar el lugar que las lenguas clásicas se merecen en la educación?
En mi instituto pasa una cosa muy curiosa, y es que cada año tenemos más alumnos en latín y, además, alumnos que querrían estudiar también latín pero que por la estructura de la LOMCE no pueden. Cada vez que obviamos un poco más las culturas clásicas, matamos un poco a nuestros estudiantes, les arrebatamos todo lo que implica (lengua, cultura, mitología). No hay año en el cual la mitología no despierte pasiones. Pero lo mismo pasa con la etimología, por raro que pueda parecer desde fuera. Insistimos (insisten) en una educación cada vez más tecnificada y empresarial, y nos olvidamos que la educación en su nivel básico debe ser lo más amplia posible. Pero desgraciadamente la respuesta es que no lo sé, que me gustaría,pero que depende demasiado de una estabilidad legislativa que no parece que vayamos a encontrar los profesores nunca. Aún así seguiremos enseñando lo correcto y lo necesario, aunque sea en la resistencia y haya que escribir nolite te bastardes carborundorum en las paredes. O a ser posible eso mismo pero en un latín correcto, que para algo somos profes.
Quiero acabar esta entrevista agradeciendo a Christian Rodríguez, editor de Insólita Editorial, haber recuperado La saga de la Ciudad y no dejarla inconclusa. No es fácil apostar por un título que ya ha tenido recorrido editorial hace poco y reeditarlo. Más de una vez he dicho que me gustan los editores valientes y con criterio, y Christian es uno de ellos.
LJSalart
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Buenísima la entrevista, gracias
Una entrevista muy interesante. Ahora tras leer Sangre, tengo curiosidad por ver esa dureza que incluso llevo a Juan a parar de escribir cosas tan oscuras con Carne. Un abrazo 🙂
Hype.