Por Consuelo Abellán y LJ Salart
Esta es una entrevista a cuatro manos y con doble excusa. En Diseccionadores de novelas estamos leyendo ¿Hogar?, de Conchi Regueiro, editado por Café con Leche, y coincide con la primera edición del #LeeOrgullo. Por cierto, si queréis ir adelantando tarea, en OC publicamos ya una reseña del libro.
¿Hogar? nos plantea una historia de amor que deriva hacia una muy buena reinterpretación de la clásica casa encantada, con unas protagonistas lesbianas. La sexualidad de las mujeres protagonistas es trascendente ya que la autora aprovecha para reflexionar sobre una sociedad formalmente igualitaria en derechos, pero con graves problemas para la plena aceptación de, en este caso, relaciones lésbicas.
En esta entrevista hablaremos poco de ¿Hogar?, ya que llegará el día en que entrevistaremos a Conchi en Diseccionadores de novelas. Solo un par de preguntas.
En Diseccionadores de novelas estamos arrancando la lectura de ¿Hogar?, ¿qué les dirías a los que leerán esta entrevista para que se apunten a la disección? ¿Qué aporta el libro al fantástico y, específicamente, al terror?
Quisiera, en primer lugar, expresar mi agradecimiento a Diseccionadores por escoger mi novela. Es siempre una gran satisfacción que gente con amor por la lectura analice tu obra porque a priori la considera interesante de estudio. Dicho esto, animaría a las y los miembros del grupo que todavía están dudando a que la cojan como un pedazo de nuestra vida actual con un elemento fantástico, y eso es precisamente lo que creo que puede aportar mi novela al género del terror: escenarios y tipos sociales de nuestra época, sobre todo en el subgénero de las casas encantadas, donde hay sobreabundancia de mansiones antiguas y de familias de rancio abolengo. Por el contrario, si nos fijamos en la mayoría de nuestras vidas, es más probable que estas se desarrollen en pisos como el de las protagonistas, con lo que creo que hay así una mayor empatía con los acontecimientos que se narran. Considero que las historias de terror son más eficaces cuando se refieren a situaciones y personajes cercanos a ese público lector, de ahí el éxito de autores como Stephen King, y me gustaría pensar que mi novela, en un nivel, evidentemente, más modesto, responde a ese principio.
Háblanos un poco de la reflexión que hay detrás de la construcción de los personajes, en especial las protagonistas lesbianas y la relación con su entorno familiar, social y laboral.
En general, mi intención fundamental con los personajes de mis historias es que sean tridimensionales y perfectamente reconocibles, como si te los pudieses encontrar por la calle. No suelen interesarme los tipos extremos, como psicópatas o santos, pues creo que es en una hipotética media general donde de verdad podemos ver reflejada esa condición humana sobre la que queremos escribir quienes nos dedicamos a esto de la narración. Esto no es una excepción en la construcción de personajes femeninos LGBT, y ya van unas cuantas obras con ellos. En el caso de la novela que nos ocupa, Fanny y Martina son dos chicas que podrían ser las vecinas de cualquiera por su absoluta cotidianeidad en una España de la primera década del siglo XXI que es cuando se escribió. Mujeres de clase media, incluso media-baja si pensamos en Martina, que deben trabajar para ganarse la vida y que tienen la fortuna de poder vivir su orientación sexual amparadas por un sistema normativo que incluso las dota de los derechos civiles inherentes a un contrato matrimonial, pero, oh, sorpresa, a veces vemos la falacia en eso que los optimistas dicen de que la sociedad va por delante de las leyes y, pese a esa aceptación de que ya gozan, deben seguir enfrentándose a un rechazo de baja intensidad en el trabajo o incluso en la familia, que a la hora de la verdad resulta bastante frustrante para tu vida: evidentemente, unas pullitas o un fruncimiento del ceño ante las muestras de cariño con tu pareja de tu mismo sexo no son tan graves como los antiguos castigos, palizas o internamientos en instituciones mentales, pero sí que es verdad que molestan mucho, cosa que no pasa en el caso de parejas heterosexuales.
¿Hogar? no es la primera novela que leemos de Conchi Regueiro. En La moderna Atenea, finalista de los Premios Guillermo de Baskerville 2018, también se trata el tema de la homosexualidad, pero en este caso en un contexto histórico diferente. En el siglo XIX las personas LGTB debían esconder su condición ante el rechazo frontal de la sociedad y eso es lo que ocurre con algunos de los personajes de la novela. El mensaje del libro es principalmente feminista, pues la protagonista es una mujer fuerte, intelectualmente inquieta y adelantada a su época. Y además es lesbiana. ¿Concebiste el personaje así, intencionadamente, para que resultara más transgresor en la sociedad de la época? ¿Cómo nació Dorotea Suances en tu mente?
Es curioso eso que me decís, porque nunca me planteé a Dorotea como un personaje transgresor, sino más bien como peculiar, aunque sí que realmente transgrede bastantes cosas para la época que le toca vivir, cosa que puede hacer gracias a su origen acomodado. El hecho de que sea lesbiana, en sí, no me lo planteaba específicamente como un elemento transgresor. Téngase en cuenta que durante el siglo XIX en que se desarrolla la acción eran bastante frecuentes las amistades más o menos intensas y con matices románticos entre mujeres (recordemos incluso los llamados “matrimonios bostonianos”, tan frecuentes en esa época en países como Inglaterra o EEUU). Paradójicamente, el machismo imperante resultaba protector para vivir el lesbianismo por cuanto a las mujeres no se les suponía una sexualidad propia, lo que imagino que podía ofrecerte bastantes posibilidades. Además, las condiciones concretas de esa protagonista, con un gran secretismo para cualquier cosa referida a su vida, le permiten desarrollar sus relaciones sexuales y sentimentales sin testigos incómodos, por lo que, en ese aspecto, no tiene mayores problemas frente a esa sociedad tan conservadora de la Restauración de la que forma parte.
La moderna Atenea, precisamente, surge a partir del personaje de Dorotea Suances y su evidente magnetismo. Es quizás de las pocas veces que parto de un personaje antes que de una situación, pero esta mujer se impuso incluso sobre la historia que en ese momento estaba escribiendo y que acabó definitivamente olvidada. Pensé en lo interesante que sería una mujer de esas características en pleno siglo XIX para un autor tan potente como Eça de Queiroz, auténtico genio del realismo portugués (y que recomiendo vivamente, por cierto), como verdadera medida de lo que el personaje podía dar de sí.
En Los espíritus del humo apreciamos una cierta mezcla de géneros, pero está publicada en la colección Wyser de Cerbero (Ciencia Ficción) ¿Para ti es más ciencia ficción que fantasía o terror? ¿Por qué?
Cuando Israel me preguntó en qué colección de Cerbero incluíamos esta historia, yo contesté de inmediato que en la de Ciencia Ficción. La verdad es que fue una respuesta poco menos que automática, que luego expliqué con que es una ciencia ficción bastarda, por todas esas mezclas e influencias que se ven de la literatura fantástica e incluso de la de terror. Ciertamente, contar la historia de las hijas de un taumaturgo prestigioso en un mundo dominado por los magos no parece el escenario más adecuado para calificar una obra como de ciencia ficción, pero, si partimos de que estamos hablando finalmente de historias sobre el cambio de paradigma, un concepto tan fundamental en las Ciencias Sociales y, como tal, muy propio de la ciencia ficción, sí que podemos considerar la idea de que se trata entonces de historias de ciencia ficción en las que, curiosamente, el novum es la ausencia del mismo, por cuanto la innovación viene por elementos tan conocidos como las fábricas o los motores frente a un mundo arcaico, sin avances sociales o tecnológicos por esa dependencia total de la magia, sin contar con que, finalmente, esa magia tendrá una explicación más o menos racional.
Tanto en La moderna Atenea como en Los espíritus del humo utilizas técnicas literarias y/o narradores poco habituales. ¿Responde esto a algún interés especial por la experimentación, algún tipo de reto personal, qué es lo que te motiva a asumir el riesgo de salirte de lo convencional?
Todo se resume en que yo quiero narrar, pura y simplemente, así que en cada momento busco los diferentes elementos con los que más satisfactoriamente pueda desarrollar esa narración, teniendo siempre como objetivo fundamental contar una historia y no hacer ejercicios de estilo vacíos. Lo que importa es la historia, y esta puede ganar mucho según la técnica que le apliques. Por ejemplo, la moderna Atenea trata de un misterio que nos llega a retazos del siglo XIX, así que esa narración fragmentaria favorece precisamente ese acercamiento en forma de rompecabezas que también experimentan los protagonistas. En el caso de Los espíritus del humo, esa segunda persona con que está narrada favorece el aire de fábula moral de la historia, por cuanto habla de la lucha de dos mujeres antaño de la clase privilegiada para recuperar ese lugar en la sociedad a costa de lo que sea y sin pararse en consideraciones éticas o incluso legales.
Todavía no hemos leído La Refulgencia, tu publicación más reciente con Cerbero. ¿Qué nos puedes adelantar? ¿Vamos a encontrar más innovación literaria?
Pues seguimos con las historias de la Revolución del Humo o de Delibespunk, como tan bien había definido Israel Alonso en su momento: otra historia de ese cambio de paradigma del que hablaba, contada de manera un poco más clásica, aunque sigue habiendo alguna innovación formal en el contrapunto con los dos personajes protagonistas, la sanadora Mansuara y Betuniuss, el mago de medio pelo y prisionero del penal donde aquella ejerce su profesión. Seguimos asistiendo a ese cambio de sociedad rural, anquilosada en la magia y el dominio de los taumaturgos, a otra urbana e industrial en la que se están sancionando esos abusos de antaño mediante instituciones tan espeluznantes como esa prisión de magos donde acaban coincidiendo esos dos protagonistas. Hay, también, ese nuevo modelo de estudiosas que viene a representar Mansuara, personas con vocación investigadora y practicantes de un primitivo método científico en busca de unas explicaciones que nadie antes se había planteado al margen de los cauces oficiales.
Como decíamos, enmarcamos esta entrevista dentro de la iniciativa #LeeOrgullo, así que aprovechamos para hablar con Conchi Regueiro de literatura LGTBI+.
Se suele decir que los géneros del fantástico (fantasía, CF, terror) son los más propicios para construir realidades donde los prejuicios de nuestras sociedades estén superados: mundos sin machismo, racismo o discriminación de ningún tipo. ¿Cómo lo ves? ¿Cómo abordas la presencia de temáticas y personajes LGBTI+ desde los géneros del fantástico?
Creo, efectivamente, que los géneros del fantástico son una herramienta potentísima para el análisis o la crítica social. En los últimos tiempos, podemos comprobar cómo diferentes obras precisamente están contemplando esa realidad diversa, de orientaciones sexuales, género… Vemos que se ha añadido un acercamiento desde el lado positivo frente al más pesimista o de crítica que era lo habitual (pensemos, por ejemplo, en la situación de las lesbianas en una historia como el cuento de la criada, de 1985 -de anteayer, como quien dice-), y creo que eso es muy bueno, siempre y cuando evitemos caer en la autocomplacencia, una auténtica lacra para la creación literaria.
En mi caso concreto, siempre he querido que mis historias reflejen al máximo posible todas las realidades y sentires a partir de unos personajes que de verdad sean y sientan, con lo imprescindible que es eso en el caso de la presencia LGBT. Además de las obras que antes habéis mencionado, como ¿Hogar? y La moderna Atenea, tengo también una novela como Vistas al río (Ellas Editorial, 2007) y una antología de cuentos de ciencia ficción coescrita con Lola Robles: Historias del Crazy Bar y otros relatos de lo imposible (editorial Stonewall, 2013) que creo que cumplen bastante bien con lo que acabo de explicar: Vistas al río es un melodrama realista protagonizado por dos ancianas de un pueblo que al cabo de décadas se descubren como pareja, y, en ese caso, al margen de la declaración de amor a mi profesión de trabajadora social que es esa historia, creo que mi logro fundamental en la misma es una empatía del lector o lectora hacia esas mujeres que llevan años mintiendo a una comunidad no tan acogedora como fórmula inevitable para su búsqueda común de la felicidad. Por lo que refiere a mis relatos de Historias del Crazy Bar, pienso que ofrezco una variedad temática con múltiples escenarios de la ciencia ficción, desde la ucronía al space opera, donde hay mujeres que aman, se enamoran y se desenamoran de otras mujeres, con lo que ello supone de novedad (sobre todo para la época en que fueron escritos, no tan lejana en años, pero si con una coyuntura con menor receptividad para una combinación de fantástico+LGBT).
¿Qué tópicos crees que se encuentran aún en la presencia de personajes LGTBI+ en literatura (o series, o cine…)?
Yo hablaría de ese tópico de nuevo cuño de la inclusión sí o sí de personajes LGBT más como parte de la tramoya que de la historia por el hecho de resultar moderno e ir con el signo de los tiempos. Si hacemos el simple ejercicio de eliminarlos, vemos que en demasiadas ocasiones esa historia no sufriría. Sigue sin mostrarse una realidad diversa, con personas que viven sus vidas en ella, y creo que podemos cuestionarnos muchas veces esos avances que se alegan desde editoriales o productoras, con una justificación que finalmente solo se refiere a la sempiterna inclusión de clichés, aunque sean más suavizados. Sigue sin darse a los personajes LGBT la verdadera relevancia que merecen y hay bastante cobardía para dejar que dichos personajes la tomen, pese a que por la propia historia puede estar claro que es imprescindible (y ya no voy a mencionar la furia homicida en plan Deus ex machina que aconteció una temporada con los personajes LGBT de algunas series y películas, pues entonces no acabaríamos nunca).
¿Cuál crees que es la función de la literatura en la lucha por conseguir una igualdad real del colectivo LGTBI+?
Como decía antes, la literatura debe reflejar la condición humana, y es en esa tarea donde está su capacidad de ayuda a cualquier situación social o individual. Creo que es importante que sirva para la reflexión sobre la realidad y la descripción de esta misma, así como que también ofrezca, y esto es fundamental, historias para la educación sentimental de las personas no heterosexuales, algo que, si nos paramos a pensarlo, es fundamental en el crecimiento y el acceso a la vida adulta de cualquiera y que siempre se ha disfrutado desde el punto de vista de esa heteronormatividad dominante a través de la literatura, el cine o las artes escénicas.
¿Hacia dónde debemos ir? Por ejemplo: LIJ, nuevos roles no tópicos a los personajes, mostrar la diversidad que existe dentro del colectivo y/o los grupos que suelen ser menos visibles…
Todo eso que habéis enumerado es una buena hoja de ruta y, de hecho, ya hay bastantes ejemplos en ese sentido. Por ceñirme a una sola de esas propuestas, me parece fundamental la literatura infantil y juvenil a la hora de reflejar esa realidad diversa, tanto con protagonistas como con situaciones que reflejen y respondan a esas diferentes orientaciones e identidades sexuales de una manera adaptada a las distintas edades. Como señalaba, cualquiera de las ideas que me planteáis me parecen excelentes, aunque, llegadas a este punto, también me parece importante repetir una advertencia: es imprescindible evitar la autocomplacencia, y esto lo propone alguien que ya va sumando unos cuantos añitos y que es consciente de los peligros del acomodamiento para seguir escribiendo una literatura que de verdad pueda pervivir, que es, al fin y al cabo, uno de sus objetivos fundamentales como esa comunicación diferida que finalmente es.
Como decíamos, en Diseccionadores de novelas estamos leyendo a Conchi Regueiro con ¿Hogar?, y volveremos a hablar de ella en OC.
LJSalart
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