La verdad es que tenía pensado reseñar cada uno de los volúmenes de esta antología por separado pero no me ha hecho falta más que leer un par de relatos para darme cuenta de que esto es algo especial y, por lo tanto, muy complicado de reseñar.
Estamos acostumbrados a leer antologías en las que suele haber un poco de todo: cuentos que te gustan más, cuentos que te gustan menos, cuentos objetivamente buenos y cuentos objetivamente no tan buenos. Pero si algo caracteriza la selección que han hecho Lola Robles y Teresa López Pellisa (Libros de la ballena, 2018) a propuesta de Sofía Rhei, además de la alta calidad literaria de las obras, es el interés que genera cada una de ellas por diversos motivos. Así que he tenido que modificar el plan inicial y escribir este artículo introductorio, más por mí que por la obra, para intentar organizar mis ideas y mostrar los diversos «puntos de ataque» que tiene la antología.
Para comenzar, voy a centrarme en la excelente labor de visibilización de la obra que han hecho —no sé si las seleccionadoras o la editorial— tanto en redes sociales como en Internet, creando una cuenta de Twitter y una web para cada uno de los volúmenes. En las redes sociales informan sobre novedades, reseñas, presentaciones y todo tipo noticias sobre la antología y en las webs podemos encontrar información sobre las autoras, los cuentos, y artículos muy interesantes relacionados con ellas (entrevistas incluidas). Además, hay una entrada en la Wikipedia que nos da información extra que me ha resultado muy interesante. Recomiendo que echéis un ojo a todo este mundo que han creado y que, por lo menos a mí, me ha abierto una puerta que va a ser complicada de cerrar:
- Twitter de Distópicas.
- Twitter de Poshumanas.
- Web de Distópicas
- Web de Poshumanas
- Entrada de la Wikipedia.
Sumergirse en esta antología significa descubrir, investigar, gozar y lamentablemente sufrir. Descubrir, porque he descubierto obras y, sobre todo, autoras de las que no había oído hablar. Obras de mujeres escritoras de Ciencia Ficción, con voces muy diferentes, de diversas épocas y con historias personales apasionantes. Lo que nos lleva a la parte de investigación, que llega en cuanto te das cuenta de la curiosidad que despierta en ti cada uno de los cuentos, en gran parte gracias a la labor de investigación de las seleccionadoras. Sí, son culpables. Culpables de un prólogo espectacular que acompaña a ambos volúmenes y culpables de una presentación de cada cuento que a veces no te deja otra opción que sumergirte en el mundo del que hablaba antes. Esto no quiere decir que todo el interés de la antología radique en cuestiones ajenas a los propios textos, al contrario. He gozado con todos y cada uno de ellos.
Y ahora llega la parte no tan buena de sumergirse en este maravilloso mundo, el sufrimiento. Sufrimiento y, sobre todo tristeza, por darme cuenta de que nos hemos perdido cientos de obras —si no más— por culpa de un país machista, una sociedad llena de prejuicios y, además, 40 años de dictadura en los que la mujer ha estado completamente silenciada y ninguneada. Sí, seguimos en una situación en la que la brecha es todavía muy grande, pero creo que pasito a pasito las autoras de género van siendo más conocidas y escritoras como Elia Barceló, Lola Robles, Nieves Delgado, Sofía Rhei, Conchi Regueiro, Laura Fernandez o Felicidad Martínez (por poner algunos ejemplos de autoras que participan en esta antología), son punta de lanza de la literatura especulativa en España (algunas incluso van más allá de nuestras fronteras).
Pero el hecho de leer relatos como Cuento absurdo (1908) de Ángeles Vicente y sumergirme un poco en la historia de su vida, me genera una profunda tristeza (Web de Distópicas):
Ángeles Vicente García (¿Murcia?, 1878 – después de 1910). En 1888 su familia emigró a Argentina, donde residió hasta 1906, año en que la autora volvió a España para instalarse en Madrid y dedicarse a la literatura. Fue progresista, librepensadora y firme defensora de los derechos y la emancipación de las mujeres y de todos. Publicó durante la llamada Edad de Plata de las letras españolas (1868-1936), época de grandes avances sociales para las mujeres españolas, cercenados tras la Guerra Civil por la dictadura franquista. Tanto la literatura argentina como la española influyeron en su obra, que incluye dos novelas, Teresilla (1907) y Zezé (1909, primera novela española que describe una relación lésbica), y dos libros de relatos. Ángela Ena Bordonada, la investigadora que ha rescatado a esta autora del olvido, pierde su pista en 1910.
Y sigues tirando del hilo y la cosa no mejora. Estoy convencido de que mi incultura literaria tiene parte de culpa, pero no haber leído a autoras como Blanca Mart, Emilia Pardo Bazán, Rosa Montero o María Laffitte, condesa de Campo Alange, es probable que tenga un alto componente de sesgo machista que todos —editoriales, librerías, lectores, incluso muchas lectoras— tenemos. Por eso en cuanto empecé con Distópicas y me encontré con el cuento La crisálida (1981) de Blanca Mart, sentí una profunda tristeza, mezclada con rabia y culpa. Está muy bien lanzar balones fuera culpando a editores, libreros, a la dictadura y buscar cualquier excusa que se nos pueda ocurrir. Pero la verdad es que las autoras están y siempre han estado ahí. Es una pena que hayan tenido que venir Lola y Teresa a pegarnos un buen tirón de orejas para que algunos nos demos cuenta.
Otro ejemplo que combina la poca visibilidad de las escritoras con otro de los puntos de interés de la antología, la historia que hay detrás de la escritora, es el cuento de María Guéra y su hijo Arturo Mengotti, Herencia de sueños (1968). Combina perfectamente porque me hace sospechar, como comentan las seleccionadoras, que el peso de la escritura lo llevaba sin duda la escritora (en 1968 Arturo Mengotti tenía 14 años) y su hijo aportaba parte de las ideas, aunque en este cuento creo que ni eso. Este interesantísimo articulo de Lola Robles sobre Guéra y Mengotti, tal vez añada algo de luz al asunto.
Y aquí es donde empiezan una serie de anécdotas, curiosidades e historias de lucha de las autoras que son otro gran punto de interés de la antología. Dejaré al lector que vaya descubriendo estas cuestiones según vaya leyendo los cuentos, pero tengo que mencionar a Alicia Araujo y parte de su biografía publicada en la web de Poshumanas:
[…] era seguidora de Teilhard de Chardin, así como miembro destacado del club La Ballena Alegre, que se reunía en el café Lion de Madrid con el objetivo de difundir la existencia del planeta UMMO. Alicia afirmaba que había recibido varias cartas enviadas por ummitas, entre las que destaca «Bases biogenéticas de los seres vivos que pueblan Waam (Cosmos)», de 1967, que puede verse en http://www.ummo-ciencias.org. En ella se detallan posibles modificaciones biogenéticas para impulsar la evolución de los humanos a partir de los conocimientos científicos de estos extraterrestres. La información quizá fue fuente de inspiración para su relato «El hijo de la ciencia», su única obra y único texto escrito por una mujer que aparece en la primera Antología española de ciencia ficción (1967, Edhasa) editada por Domingo Santos. Poco se sabe de su vida, quizá más ligada a un planeta que no sea el nuestro, pero falleció en 1979 sin dejar más rastro que un maravilloso relato y una única fotografía.
Si esto no os genera curiosidad y cierto desasosiego…
Y así, podría pasarme el día entero contando distintas curiosidades, anécdotas e historias de superación personal que hacen de esta antología algo que nadie debería perderse. Pero lo que realmente me ha llamado la atención no es lo que he contado hasta ahora, es la calidad de las obras (sobre todo la de las más antiguas). Con esto no quiero decir que los cuentos más recientes me hayan parecido peores, ni mucho menos. Pero es impresionante que un relato de 1908 (Cuento absurdo) logre sorprenderte tanto por su calidad de prosa como por su trama, haciendo gala de una ironía tan fina que sientes una emoción complicada de describir con palabras.
Otro aspecto interesante es el orden que han dado a los cuentos en cada uno de los libros (como explica la editorial en cada volumen), agrupando por temáticas parecidas que, a veces, parecen completamente distintas por la diversidad de voces de las autoras. Es impresionante ver cuentos de Sofía Rhei, Conchi Regueiro o Cristina Jurado entre La crisálida de Blanca Mart y Cuento absurdo de Ángeles Vicente. Empezar con una historia casi lírica y con un mensaje profundo como La crisálida, seguir con un espectacular relato de Sofía Rhei (Informe de aprendizaje, 2016) que mezcla profundidad con cierto toque de humor, encontrarnos después con la crítica social en forma de cuento que hace Conchi Regueiro en Quimiums (2015) y chocarnos con la patada en el páncreas que nos da Cristina Jurado con Hambre (2015) para volver a principios de siglo con Ángeles Vicente… es fascinante.
También me ha parecido acertada la decisión de separar la antología en dos volúmenes cumpliendo con el objetivo de que sea más manejable. Porque aunque es cierto que las temáticas a veces se cruzan haciendo que cuentos de Distópicas tengan parte de poshumanismo y que cuentos de Poshumanas tengan parte de distopía, la temática predominante está bastante bien elegida. Lo importante es la visión global de la antología, las distintas voces, reflexiones, estilos y, por qué no, los tiempos y el cambio. Es muy interesante ver cómo Elia Barceló era capaz de escribir un relato excelente en 1984 y, al mismo tiempo, observar la progresión que la ha llevado a ser la autora que es a día de hoy. Pero también es interesante leer un cuento de principios de siglo y darse cuenta de que las preocupaciones, sueños y reflexiones de la autora no distan mucho de textos recientes. Incluso la prosa podría pasar por la de una autora moderna.
Y, ya a nivel personal, me ha resultado sorprendente darme cuenta de cómo afectan los tiempos en uno mismo. Cuentos que ya había leído como Quimiums de Conchi Regueiro o Casas Rojas de Nieves Delgado (que habré leído media docena de veces) cambian en la estantería. De eso es de lo que trata en el fondo esta antología: de tiempos y de cambio. Porque el que cambia no es el libro en la estantería, eres tú el que tiene otra experiencia y para el que ha pasado el tiempo. Si ese cambio es evidente, ¿por qué no nos damos cuenta de que lo que tiene que cambiar no son las autoras sino nosotros mismos y nuestro compromiso?
Yo, de momento, me comprometo a seguir intentando encontrar la manera de reseñar Distópicas y Poshumanas y, sobre todo, me comprometo a seguir investigando y, si puede ser leyendo, a las autoras que he descubierto en esta fabulosa obra (sin olvidarme de las que ya conocía y leo habitualmente). También me comprometo a intentar reconocer en mí mismo los sesgos que seguro que tengo a la hora de escoger mis lecturas y, sintiéndolo mucho, me comprometo a seguir dando la pelmada a todos y a todas con mis interminables entradas. A poder ser sobre autoras.
Origen
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