Datos del libro:
- Título: Cuando el diablo se aburre
- Autor: Ignacio Cid Hermoso
- Editorial: Dilatando mentes
- Formato: rústica con solapas
- Idioma: castellano
- Nº de páginas: 340
- Ilustraciones: Juan Alberto Hernández
- Fecha de publicación: septiembre 2018
- Fecha de lectura: noviembre 2018
- Enlace de compra: web de la editorial (papel)
No sé por qué me da en la nariz que en esto de la literatura de género los amantes del terror somos minoría. Parece que la fantasía y la ciencia ficción, por este orden, se llevan el gato al agua, mientras que el terror solo gusta a unos pocos, como se desprende de esta encuesta lanzada en Twitter por Libros Prohibidos. Sí que hay afición al género, pero quizás más enfocada hacia autores extranjeros superventas, como Stephen King o Joe Hill, hacia clásicos como Lovecraft o, incluso, hacia el cine más que la literatura. Y es una pena, porque tenemos muy buenos autores y autoras que tocan este género minoritario desde visiones muy diferentes y con estilos muy personales. Ahí están Pilar Pedraza, Ismael Martínez Biurrun, David Jasso, Nieves Mories o Alicia Pérez Gil, por citar solo los que he leído recientemente. Y hace poco, gracias a Dilatando Mentes y a este libro del que os quiero hablar hoy, he descubierto otro autor al que seguir la pista: Ignacio Cid.
Antes de continuar, quizás conviene aclarar que no soy una lectora típica de novelas de terror. De muy joven devoraba los libros de Stephen King, Dean R. Koontz o Peter Straub, también algunas obras clásicas de Poe y Lovecraft, revistas y cómics como Creepy o La cosa del pantano. Pero con los años fui derivando a otro tipo de lecturas y olvidé un poco este género. Ahora vuelve a llamarme la atención (la «culpa» la tienen los autores españoles que antes mencionaba) y lo estoy retomando con gusto. Pero dentro de lo que es el género de terror, con todos sus subgéneros y variantes, el que más me gusta no es el que va de monstruos o criaturas infernales, sino el terror más cotidiano, el que nos provocan situaciones que pueden resultar verosímiles, personas que quizá tengamos cerca, incluso nosotros mismos. No le hago ascos al componente sobrenatural, pero cuanto menos explícito sea, más lo aprecio. Y todas estas cosas están en los libros de los autores españoles que he leído hasta ahora, y también en Cuando el diablo se aburre, de Ignacio Cid Hermoso.
Pero yo he venido aquí a hablar del libro de Ignacio, así que primero os cuento de qué va, y después intentaré explicar por qué me ha gustado tanto. Cuando el diablo se aburre cuenta la historia de Ezequiel, un escritor mercenario, que vende su pluma escribiendo novelas baratas bajo seudónimo para una editorial de medio pelo. Un inesperado golpe de suerte le da la oportunidad de su vida. Tiene una pista exclusiva para investigar el crimen de la Casa Velasco, en el que toda una familia fue brutalmente asesinada veinte años atrás, al parecer por el mismo hombre que previamente había hecho desaparecer a dos niñas sin relación aparente con la familia. Su investigación le lleva al lugar de los hechos, Durango, pueblo vasco tristemente famoso por haber sido arrasado por un bombardeo aéreo durante la Guerra Civil española, el primero «en alfombra» sobre población civil. Ezequiel comienza su investigación sobre los crímenes de la Casa Velasco tratando de encontrar explicación a los detalles que quedan dudosos en la versión oficial de los hechos. Aunque hubo un detenido, supuestamente culpable tanto del asesinato de la familia como del de las niñas, quedan cabos sueltos de los que el protagonista va tirando. Sin embargo, lo que hay al otro lado de esos hilos va mucho más allá de lo que se había imaginado, poniendo en peligro su vida y su cordura.
Cid Hermoso mezcla de esta forma dos acontecimientos terribles de la historia de nuestro país que permanecen en la memoria colectiva y que horrorizaron a la opinión pública, dos ejemplos del horror desatado, uno en tiempos de guerra y otro en tiempos de paz, uno relatado tal y como sucedió, el otro ligeramente camuflado bajo licencia literaria. Aunque las niñas desaparecidas en la historia son dos y los hechos ocurren en Durango, la referencia al crimen de las niñas de Alcàsser es clara para el lector que vivió aquella época de alarma social, indignación y clamor popular por una justicia que finalmente no se vio satisfecha (y también, por qué no decirlo, de amarillismo en los medios de comunicación). Y este es uno de los aspectos más sorprendentes del libro: la forma en la que el autor consigue engarzar estos dos hechos, tan lejanos en el tiempo y sin conexión aparente. Aunque a lo largo de toda la novela se va dejando adivinar que algún punto de unión tiene que haber, este no queda claro hasta el final de la historia. De esta forma, el lector queda irremediablemente enganchado por la trama, que se va volviendo más y más oscura a medida que pasamos las páginas y el protagonista va descubriendo nuevos elementos, personajes, hechos, conexiones, piezas de un puzzle que no sabe cómo encajar y que lamentará haber resuelto al final.
Aunque atendiendo solo al argumento Cuando el diablo se aburre podría parecer un libro de corte detectivesco o novela negra, y los hechos que se narran no desentonarían en un libro de ese estilo, desde el principio queda claro para el lector que la historia va a ser mucho más oscura. No solo porque abunden la sangre, los descuartizamientos y las mutilaciones y porque se describan de forma descarnada, sino por el propio estilo de la prosa de Cid Hermoso. Consigue crear sensación de opresión en el lector, sumergirle en un ambiente que es oscuro y trágico desde el principio, pero que se va tornando aún más agobiante, si cabe, a medida que se avanza en la historia. Y existe un elemento fantástico, pero la trama no gira a su alrededor y apenas se percibe prácticamente hasta el final del libro, lo cual encaja perfectamente con mi gusto personal en cuanto a historias de terror.
En su investigación, Ezequiel es testigo de crímenes, accidentes macabros y atrocidades varias que evidencian la existencia en el mundo del mal absoluto, encarnado en personajes que disfrutan causando dolor, sufrimiento y muerte, o en personas que no tienen escrúpulos a la hora de hacer cualquier cosa por dinero. Esta es la parte realista de la novela. Pero de forma sutil, sin mencionarlo en el texto, aunque sí a través de las citas e ilustraciones que lo salpican, está presente en todo el libro la idea del diablo como encarnación del mal, cuyo mayor éxito es convencernos de que no existe. Y es que la historia de Ezequiel es, sin serlo, la de un pacto con el diablo: persigue el éxito como escritor, pretendiendo escribir una novela en la que se desvele la verdad sobre los crímenes de la Casa Velasco. Al hacerlo, es dolorosamente consciente de que corre el peligro de perder a su familia, al principio, y mucho más después. Y, sin embargo, no puede evitar seguir adelante con la investigación. Y esa es la esencia de los pactos con el diablo: conseguir la realización de un deseo, un anhelo largamente perseguido, pero siempre a cambio de un precio tan alto que el deseo concedido pierde todo valor.
Sin ánimo de estropear la experiencia lectora a nadie, no puedo dejar de comentar el sorprendente y horroroso (en el buen sentido del término) final. No sé muy bien cómo explicarlo, pero me ha dejado con la misma sensación que me dejaban las historias de terror que leía hace años y que tanto disfrutaba. Aquellas historietas de cómic, los cuentos de Poe o el final de aquellos episodios de series como Cuentos asombrosos o Historias de la cripta. Todos ellos dejaban esa sensación de desesperada impotencia final al contemplar cara a cara destinos peores que la muerte. Esa sensación que es como una opresión en el pecho y un vacío en el estómago que se siente físicamente es lo que produce el desenlace de Cuando el diablo se aburre.
Además de la terrible historia de Ezequiel, de la personalísima voz narrativa de Ignacio Cid, de la mezcla de elementos históricos y realistas con otros de corte más fantástico, de la reflexión sobre la peor cara de la naturaleza humana, de la genial creación de un ambiente que empieza siendo meramente oscuro para avanzar paulatinamente hasta alcanzar el horror más visceral, este libro cuenta con otros añadidos que le dan aún más lustre. El primero de ellos lo topamos nada más empezar a leer, es el prólogo de Carlos Alberto Gavilán. Encontramos en el mismo una reflexión acerca de la existencia del mal (así, a bocajarro, nada más empezar el libro), pero el diálogo que el prologuista mantiene consigo mismo arranca al lector la única sonrisa de la que será capaz en mucho tiempo. Ya al final del libro, hay un par de añadidos: un postfacio de José Ángel de Dios sobre el caso de las niñas de Alcàsser y toda la polémica que lo rodeó, en el que deja patentes los paralelismos con la historia que nos cuenta Ignacio Cid, un artículo sobre el bombardeo de Durango, un poco de información sobre la brujería vasca y algunas otras curiosidades que es mejor que descubráis por vosotros mismos.
Para terminar, no suelo hablar sobre temas de edición física de los libros, ya que leo principalmente en formato digital (no porque me guste más o menos, sino simplemente por falta de espacio en casa). Sin embargo, en este caso no puedo dejar de alabar la preciosa edición de Dilatando Mentes: las ilustraciones (obra de Juan Alberto Hernández) y fotografías que salpican el texto y las que adornan las esquinas, las páginas de cortesía, negras con motivos a modo de sellos en blanco… es una edición llena de detalles que acompañan y realzan el texto, convirtiendo la lectura en algo aún más placentero, si cabe.
Valoración
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8/10
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